24 de enero de 2010

La mercator de Olivetti

Hablando el otro día con mi amiga Carmela, me vino a recordar que yo pertenezco a esa generación de informáticos dinosaurios, que aún no está plenamente extinguida como el animal que nos da nombre, pero como si lo estuviera, porque ha sido apartada del mundo de la empresa y sus conocimientos y aportaciones al avance de las tecnologías son minusvalorados, por no decir despreciados.

Cierto que también hemos contribuido a la idea general que se tiene de nosotros y no acabamos de adaptarnos a este mundo competitivo de trabajos mecánicos y salarios mínimos, de call centers despersonalizados, de ETT's abusivas y de multinacionales manipuladoras. De siempre habíamos oído que el mundo de las tecnologías cambiaba a un ritmo tan vertiginoso, que llegaría un momento en que no podríamos seguirlo. Y así fue. Aquella generación nos quedamos en el camino, hay muy pocos informáticos mayores de 50 años.

Pero nadie nos quitará lo mucho que disfrutamos. Era una época para románticos empedernidos, todo estaba por hacer, y sentíamos que estábamos abriendo un camino. Como los escaladores cuando abren una nueva vía. No existía el PC, ni la carrera de Informática. Los ordenadores, comparados con los de hoy en día eran infantiles, y había que trabajar tanto para conseguir tan poca cosa...

Afortunadamente, no se han perdido nuestros valores. Nuestra pasión, nuestro espíritu innovador y rupturista siguen estando presentes en el hacker autodidacta y en el geek, ellos odian, como nosotros, a los ejecutivos con corbata y disfrutan con la creatividad, con el aprendizaje y consiguiendo metas sencillas que parece que no tienen sentido por que no tienen una motivación económica, pero sí lo tienen, y es así como avanza la sociedad.

En realidad no pretendía dar un discurso reivindicativo de la profesión. Lo que yo quería era hablar de mi primer ordenador, tan primitivo como se me puede considerar a mi hoy.

Cuando empecé a trabajar, a los 16 años, entré en el departamento de Contabilidad de un laboratorio farmacéutico. Y había allí una máquina especial. No era la única máquina que existía en la empresa, pues había calculadoras y máquinas de escribir automáticas. Sin embargo esta máquina era diferente. Casi nadie lo veía así, ni siquiera mi jefe, pero yo enseguida me di cuenta que no era como las demás, aquello era una computadora. Fue un amor a primera vista.

Era una Mercator de Olivetti. ¿Dónde estará aquel viejo y pesado armatoste? Lo de pesado lo digo porque pesaba tanto que no podía mover la mesa que la acompañaba. Nos servía para facturar y sacar las fichas de cuenta de contabilidad. Dos programas. No os podéis imaginar como eran los programas. Eran placas compuestas por ejes y engranajes giratorios, que pesaban una barbaridad, y se atornillaban a la parte trasera de la máquina. Cuando se cambiaba de tarea, se cambiaba de placa, no era fácil, así que había que planificar bien las faenas.

Era una computadora analítica, sin circuitos integrados ni elementos electrónicos, pero realizaba unos cálculos precisos y una serie de operaciones complejas que de otra forma se habría tardado días en hacer. ¿Alguien puede negarle el rango de ordenador?. Yo no.

Estuvimos juntas la Mercator y yo un año. Después me la cambiaron por otra, y mi corazón y mi pasión, ¡que poco fieles!, se volcaron en ella. Un trabajo nuevo, muchas cosas por aprender por delante.

3 comentarios:

  1. Hace unos días hablaba con un compañero de trabajo y le comenté que, al igual que tu, tenia 16 años cuando tuve mi primer contacto con los ordenadores, y como tu, fue con la mercator de Olivetti.
    Me has hecho recordar el sonido de aquel viejo adelanto, sus dos teclas “intro” y su tecla espaciadora con su sonido de carraca metálico, después he pasado por muchos programas, modelos de ordenador y programación, pero la mercator és como el primer amor, nunca la he olvidado.
    Yo tampoco le negaré el rango de ordenador.

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  2. Estimados, yo arreglaba esa máquina, era técnico de Olivetti Argentina y realmente estaba muy orgullosos de ello. Hoy los encuentro porque estoy haciendo limpieza y encontré repuestos que aún guardo como trofeo de aquellas épocas, entonces me pico el bichito de la duda de que fue de mi querida Olivetti y por eso vine a Internet
    Saludos

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  3. La mesa y la máquina pesaban si, pero la caja roja también, es decir el UME. La unidad de memoria electrónica.
    Yo trabaje el el Stac de Olivetti, y conocí la Mercator y la Audi.

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