15 de marzo de 2010

El príncipe Kike y la Cenicienta


Hay historias que me superan, como la que me contaron ayer del príncipe Kike y su cenicienta Mary, que viven felices comiendo perdices en su castillo encantado ajenos a todo. El castillo es un magnífico pisazo en pleno Paseo de Gracia, en Barcelona, frente a esa joya que es La Pedrera. ¿Os imagináis?. Levantarse por la mañana, tarde, por supuesto, que en los palacios no es necesario madrugar, y despertaros con una vista tan impresionante.

La cenicienta Mary, convertida en princesa desde que cazó al príncipe Kike y consiguió casarse con él, cumple 50 años uno de estos días. Y para celebrar ese evento, al príncipe Kike se le ha ocurrido organizarle una fiesta sorpresa. Pero no será una fiesta cualquiera, noooo, será una fiesta digna de su amor, durante tantos años ocultado y reprimido. Para ello, ha alquilado la Casa Batlló, otra joya Gaudiniana, y ha invitado a todos sus amigos, que la verdad, todo hay que decirlo, son muy pocos, porque la cenicienta Mary es una persona que a lo largo de su vida no ha destacado por cultivar amistades.


Me dan ganas de vomitar. No porque no me hayan invitado a la fiesta, ni por envidia, que seguro es lo que estais pensando. Me revuelve el estómago esta pareja. El príncipe Kike era el dueño de la empresa en la que Mary trabajaba como administrativa. Bueno, lo de trabajar es una definición algo exagerada. Se conocieron cuando el padre de Kike, el rey, compró una empresa y envió allí a su hijo para que aprendiera ocupando el cargo de gerente. El muchacho era inteligente y trabajador, pero un salido de cuidado, como su padre. Se enamoró perdidamente de aquella chica morena, no especialmente por su hermosura, porque era resultona pero guapa, guapa, lo que se dice guapa, no. No le importó que fuera una persona despótica, irascible y mandona, con mala relación con todos sus compañeros, no le importó nada. El amor es ciego.
Las continuas promociones, no justificadas por su escasa formación, desataron los rumores: que si se entendían, que si los habían visto en no se cuantos hoteles, que si el la esperaba a la salida del trabajo, que si uno de los hijos de ella (porque si, cuando llegó a cierta edad se casó y tuvo hijos) se parecía sospechosamente al príncipe, que si le había comprado unos olivares en su tierra, Jaén, que cobraba comisiones de la empresa... yo nunca me lo llegué a creer del todo, pero es que soy una inocentona. Lo que era evidente era el cariño desmesurado que el le tenía, y que la protegia.

Pasaron muchos años, el rey murió y Kike heredó todas sus empresas, se convirtió en inmensamente rico. Durante todos esos años las cosas no cambiaron en lo fundamental, si en algunos detalles como que Kike y toda su tropa se trasladaron a la empresa principal, en la que, por cierto, trabajaba yo.

Es un simple caso, de los muchos que hay, de jefe que tiene lío con la secretaria. Sólo que esta secretaria era muy lista, y no sé como lo hizo, pero consiguió que Kike se divorciara, que se enfrentara a sus hijos, y se casara con ella después de vivir unos añitos en pecado. Ella, a su vez, también se divorció, quien lo iba a decir con lo seguidora del Opus que era. Después de tantos años, habían cumplido su sueño.

Kike se deshizo de sus empresas, no le importó dejar a montones de gente en la calle, todos esos trabajadores a los que había engañado con el rollo de que eran una familia y entre familiares tiene que haber fidelidad. No sintió ningún compromiso con nada ni con nadie, no le tembló el pulso. Todo regateo le parecía poco para añadir unas monedas a su incalculable fortuna. No le debemos nada al príncipe Kike, a mi personalmente me decepcionó como persona y como empresario, por eso me siento libre para poder criticarle y afearle su conducta. Supongo que no escucha mucho su conciencia, prefiere encerrarse en su palacio con su princesa, colmarla de regalos y olvidarse de todo lo demás.

Es por eso que se me revuelve el estómago, porque despilfarra el dinero que ganó a costa nuestra, y que nos regateó a la hora del despido. Si al menos lo invirtiera y lo empleara en dar trabajo a otra gente... pero no. La fiestecita no es más que un ejemplo, pero hay muchos más, todos ellos igual de espectaculares.

3 comentarios:

  1. No se porque me suena esta historia, quizá por que se repite demasiadas veces??????????

    Saludin

    ResponderEliminar
  2. Lo que son las cosas

    Ayer estuvo la conservadora (creo) de la Fundación La Caixa en un curso sobre modernismo que estoy siguiendo
    y nos habló de la vivienda, de su historia,
    de su remodelación en algunos puntos como el desván desmontando lo que otros habían construido para aprovechar los espacios,
    fue de lo mas ameno
    pero no recuerdo que mencionara al príncipe Kike, ni a la mary esta...

    Un beso

    ResponderEliminar
  3. Las historias de principes y princesas no parece que sean como están en los cuentos, si además son empresarios la cosa varía mucho más. Son ejemplos a no seguir.

    ResponderEliminar