Quedamos ambas pensativas, recordando acontecimientos pasados. Ella, más exhaustivamente, porque era su vida, yo, más superficialmente, recordando los libros leídos. Presentía que mis palabras habían calado muy hondo.
-Sí, -Dijo por fin –El río fue muy importante para mí. Aquí acabó todo por mi propia decisión. No aguantaba ya la locura que se había adueñado de mi mente, ni el daño que le estaba haciendo a los seres más queridos.
Mis ojos se dirigieron a las aguas turbulentas del río. Violentas ondas se estrellaban contra las piedras gormando un lecho de espuma blanca. Como las olas. El agua nos atraía irremisiblemente, nos enajenaba de todo lo demás. Al alzar la vista, mi mirada tropezó con la piedra atada a sus pies. La contemplé atentamente, y me pregunté como podía moverse con tanta facilidad teniendo que soportar un peso tan grande. Claro, me contesté a mi misma, no era más que un fantasma.
-La muerte fue siempre tu aliada. Siempre supiste que era la única forma de escapar.
Escapar. Extraña palabra oída en mis labios. Parecía que era el eco de mi conciencia, proyectado en otra figura.
-Y recuerda. También en tu vida hay un olmo, y un río. Algún día vendrás a buscarme a través de ellos.
Sus misteriosas palabras me dejaron helada. ¿Qué había querido decir?. Antes de poder hacer alguna pregunta, se levantó apoyándose en el bastón. Le ofrecí mi mano para ayudarla a soportar la carga de la piedra, pero no parecía molestarla mucho, y me rechazó con una ligera señal.
-No te preocupes, mi camino es muy corto.
Efectivamente, el río estaba a nuestros pies, y yo sabía que aquel era el final de su camino.
-Monk’s House está allá arriba –señalaba con el bastón una loma que se entreveía entre la niebla que empezaba a despejarse –Pero no me busques entre las piezas de un museo, aunque esté lleno de objetos que me pertenecieron. No me encontrarás allí. Búscame en mis libros, o dentro de ti, porque tu eres como yo.
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