16 de abril de 2010

Madrid


Hace una semana, a esta misma hora, estaba en Madrid. ¿Y qué hacía en Madrid la semana pasada?, se preguntarán mis lectores y lectoras más cotillas. Pues compartir buenos ratos con algunas amistades. Callejear por la ciudad palpando su ambiente. Disfrutar de un sol primaveral y unas noches cálidas. Y ver El Partido del Siglo. No lo hice a propósito, cuando planifiqué mi viaje no sabía que iba a coincidir con un Madrid-Barça, y hasta habría preferido que el dichoso partido se hubiera celebrado en otras fechas, pero las cosas se presentaron así y me preparé para vivirlo a tope. Encontré Madrid como siempre, quizás más gente que nunca por las calles, tanta, que me sentía aturdida. No sé si es porque soy de pueblo y estoy acostumbrada a la vida tranquila, o que la edad no perdona y la tensión la tengo por las nubes, caminar entre multitudes no me sienta bien. La zona de Chueca me pareció más degradada que en mi visita anterior. Mucho botellón y mucha gente en la calle molestando a los viandantes. Se nota la crisis. Lo peor del botellón son sus efectos, como hacer las necesidades fisiológicas en la calle, el mal olor, mucho borracho acosando a los que pasaban por allí... paramos poco tiempo en el barrio, no nos resultó tan acogedor como en otras ocasiones. Mis amigas de Madrid dicen que fue casual, que normalmente no es así. Que seguramente el buen tiempo echó a la calle más gente de lo habitual, pero que esas cosas no suelen pasar. No lo sé. Sólo cuento lo que vi. Viajar a Madrid es una experiencia agradable. Me gusta. Siempre lo paso bien por allí. Aunque el final sea triste y me venga de regreso con el corazón en carne viva.

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