4 de septiembre de 2010

Maite se ha ido

Fue la primera persona que conocí en la empresa. Cuando hablo de "la empresa" me refiero a aquella en la que trabajé más de 30 años y de la que ya he hablado en alguna ocasión. Yo había entrado a preguntar si había trabajo y me dijeron que esperara. Delante de mí ella tecleteaba frenéticamente una Olivetti eléctrica. Me maravilló la velocidad con la que movía los dedos, yo era incapaz de hacer algo así. Me sentí pequeña y torpe, y muy insegura, pensé que era imposible que me ofrecieran un trabajo habiendo personas mucho mejor preparadas que yo. Pero luego llegó el jefe de contabilidad, y debí caerle bien, porque casi no me hizo preguntas y me dijo que el puesto era mío y que tendría que trabajar a sus órdenes. Toda una suerte.

Enseguida conectamos, teníamos muchas cosas en común aunque nuestros caracteres eran muy diferentes. Me integré dentro del mismo grupo en el que ella estaba, y empezó para mí una de las mejores etapas de mi vida, sin responsabilidades de ninguna clase y con muchas ganas de aprender.

Recuerdo aquellos desayunos, lo bien que lo pasábamos. Nos sentábamos 8 chicas en una mesa de 4, apretadas al máximo, casi sin poder movernos. Hablábamos bajito para que no se nos oyera, sobre todo cuando el tema era político, criticábamos a los dueños o nos contábamos confidencias. Hablábamos de sexo, nuestras preocupaciones y nuestros descubrimientos. Nos relatábamos los últimos cotilleos, los rumores, las noticias... y sobre todo nos reíamos mucho. Las carcajadas retumbaban a menudo en el comedor.

Cuando separaron los turnos de desayuno, con el claro objetivo de dividir nuestra mesa, seguimos sentadas juntas, codo con codo, aunque ya más anchas. Se añadió otra gente y se perdió algo de intimidad, pero siguieron las risas y el buen ambiente.

Nuestro grupo no era homogéneo. Se fueron de la empresa personas conciliadoras que nos mantenían unidas. También se fueron otras menos conciliadoras, y nosotras nos quedamos. Fuimos creciendo como personas, cada una tomó un camino, y nos fuimos distanciando, mejor dicho, ella se distanció, buscó otras amistades con las que se sentía más cómoda.

Es cierto que en nuestro grupo había gente que no le perdonaba que tuviera éxito en la vida y las cosas le salieran bien. Llegó a ser la secretaria de gerencia y su marido se convirtió en un personaje importante de la política. Muy importante. Pero sobre todo no le soportaban el carácter, lo que ellas llamaban prepotencia y yo llamaba rebeldía y confianza en sí misma. Hasta su jefe la respetaba y le tenía cierto temor.

Aún así se alejó de nosotras porque quiso, porque nosotras siempre la consideramos una de las nuestras. Fue en su etapa VIP. Así llamábamos a ese grupo de mujeres triunfadoras, o mejor dicho, con maridos triunfadores.

En mi caso, siempre conservamos el cariño y hablábamos a menudo, unas épocas más que otras.

Las cosas se le torcieron, o quizás no tanto. Porque la dejó un marido triunfador, pero encontró un compañero de verdad, una persona que la quería y le dió todo el cariño que no había recibido hasta entonces. En el trabajo sí, en el trabajo vinieron tiempos muy malos. Su jefe dejó de tener poder y ella pasó de un puesto a otro, y se le hizo difícil adaptarse a ellos, aunque lo intentaba.

Cuando tuve un despacho venía a menudo a verme para hablar conmigo. Me hablaba de que teníamos que montar un comité de empresa porque la empresa iba muy mal y pasaban cosas que no tenían que pasar. Y yo le decía: "No puedo. Tengo un puesto de confianza. Estoy bien, me siento valorada. Eso es algo que tenéis que hacer vosotros, los que estais mal". Se reía y se iba, pero unos días después volvía con la misma cantinela.

La empresa se vendió y consiguieron organizar un comité de empresa, del que ella formó parte. Yo ya no estaba allí, me habían despedido. A ella también la despidieron poco después, al igual que a otros muchos trabajadores que llevaban montones de años trabajando en la empresa, ya no les éramos útiles. Imagino lo mal que se sintió.

Y llegó la enfermedad. Implacable. Cuando me enteré, no supe como reaccionar.

Se recuperó provisionalmente, y pudo salir. Asistió a alguna comida de ex-compañeros, y siempre pedía que no le hablaran de su enfermedad. Se rumoreaba que le habían pronosticado dos años de vida, pero viéndola así de bien, era difícil de creer.

Recibí su último mail a finales de Junio. Me invitaba a la tradicional paella que una ex-compañera organizaba todos los años en su casa. No pensaba ir, ni siquiera contesté. Y ahora me entero que se agravó su enfermadad y que el 10 de Agosto nos dejó. Se nos fue para siempre.

Ya no tendré la oportunidad de decirle tantas cosas que tenía pendientes de decirle. Una vez más, me queda esta sensación tan dolorosa de lo injusta que es la vida.

5 comentarios:

  1. lo siento mucho jul
    en cuanto a lo pendiente, díselo igualmente

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  2. Gracias por compartir tus sentimientos y hacernos pensar que no hay que dejar las cosas para otro momento, porque tal vez ese momento no exista.
    Besos

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  3. lo siento!!
    y que sepas... que opino como miss.. ;)

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  4. lo siento mucho , casualmente yo perdi una compañera de trabajo el mismo dia 10 de agosto e intuyo de la misma enfermedad
    en cuanto a la leccion aprendida de no dejar nunca para mañana las cosas , sobre todo expresar lo que se siente , es un lema que trato de seguir siempre , aunque como ser humano lleno de defectos a veces lo olvido
    un beso y gracias por dejarme compartir este apartado tan tuyo

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  5. hay cosas que nunca se recuperan asi que tratemos de hacer otras distintas pero que tengan el mismo significado para nosotras.
    a ese marido triunfador se le está acabando la bateria lo que no se es si eso es bueno o malo

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