Pasaron unos años y los guateques de adolescencia organizados por y para el círculo de amigos más cercanos se convirtieron en fiestas abiertas a todo aquel que quisiera asistir, previo pago de una cuota irrisoria.
Organizar estas fiestas no era tan fácil como aquellas otras de las que habé en una entrada anterior. En primer lugar había que pedir permiso a Gobernación, y tenía que hacerse a nombre personal, es decir, el solicitante tenía que ser una persona (no se admitían asociaciones ni agrupaciones de ningún tipo) mayor de 18 años, rellenar un impreso donde aparecían su nombre, apellidos y DNI, y pasarse por Gobernación para que se lo sellaran. Eran épocas franquistas y se consideraba subversiva cualquier reunión de más de tres personas. Este papel era imprescindible, porque invariablemente durante el transcurso de la fiesta se pasaba por allá la policía exigiendo ver ese permiso, y si no lo tenías te cancelaban la fiesta y hasta te llevaban a comisaría.
Para nosotros no era ningún contratiempo cumplir esos requisitos. Era algo engorroso que se tenía que hacer, y lo hacíamos, formaba parte de la organización. Y nos divertía mentir en los papeles poniendo que el objetivo de la reunión era sólo festivo y folclórico, cuando en realidad aquello era un avispero de jóvenes cachorros de las principales organizaciones juveniles clandestinas del Baix Llobregat.
Una vez obtenido el permiso, había que hacer propaganda. En eso no nos esforzábamos mucho, 5 ó 6 carteles hechos a mano y de forma precipitada, se colocaban en lugares estratégicos, y se enteraba todo el mundo. No sé cómo porque el márketing era muy primitivo, pero se enteraban.
El equipo de música era más sofisticado que los que utilizábamos en los años anteriores. Un tocadiscos para discos de vinilo, el amplificador, y unos bufles potentes que hacían que la música se escuchara por todas partes. Era un equipo mucho más delicado, y la persona que lo aportaba generosamente solía ser el disck jockey y no se apartaba de él en toda la tarde. Porque, por supuesto, las fiestas eran por la tarde, aún no había llegado la moda nocturna de nuestros días.
La bebida estrella de la fiesta era el cubata, ginebra Larios o ron Bacardí con Coca-Cola. También se fumaba, por entonces las leyes antitabaco no existían, estaba bien visto fumar siempre que fuera tabaco. Aunque también se fumaban otras cosas, y eso ya no estaba permitido y había que hacerlo a escondidas.
Y las canciones... claro que había canciones rítmicas que nos entusiasmaban. Pero las que triunfaban eran las lentas, las que se bailaban en una baldosa y nos permitía abrazarnos a nuestra pareja, o si no la tenías, nos permitía hablar intímamente con algún amigo o con un proyecto de pareja para irse conociendo.
Estas eran mis preferidas.
Harry Nilsson, Without you. Esta canción me trae muy bonitos recuerdos.
Lobo, I'd Love You To Want Me. Idem de lo mismo.
Eagles, Hotel California.
El tocadiscos es de calidad, el que teníamos nuesta "colla" era de los de maleta, com el altavoz en la tapa, jajajajaja
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