Este fue otro libro que me compré en Sant Jordi, Inés y la alegría, de Almudena Grandes. Había oído hablar mucho de él, incluso alguna entrevista en la radio a la escritora, y sí, me había parecido interesante, pero en principio no tanto como para desear leerlo. Después del inmenso sacrificio que para mi fue leer Los aires difíciles me había prometido a mi misma no leer ningún libro más de esta autora.
Pero mi amiga Mati, cuya opinión siempre escucho y a la que siempre hago caso porque me ha demostrado que nunca me decepciona, estaba enamorada de este libro. Había escrito varias entradas en su blog, y claro, me entró el gusanillo. Y me lo compré el día de Sant Jordi, aprovechando los descuentos, en mi librería habitual.
Me llevé el libro a Barcelona por la tarde, en mi paseo por el centro, porque tenía localizado varios lugares en los que la autora iba a firmar sus libros, y pensé, ¿por qué no probar?
Y... ¡bingo! La encontré sobre las 7 de la tarde, en el stand de Abacus. Estaba completamente sola, me llamó la atención, porque a su lado estaba Maruja Torres y tenía una cola de lectores bastante larga. Aunque Los aires difíciles me parece un libro difícil de leer, creo que entre Maruja Torres y Almudena Grandes no hay color, esta última es mucho mejor escritora, aunque las dos son buenas columnistas de periódico y bastante mediáticas.
Supongo que fue casualidad, y que a lo largo del día Almudena recibió la visita de muchos lectores fieles, porque sé que los tiene. La cuestión es que a mi me vino bien que en ese momento estuviera sola y pudiera atenderme con todo el tiempo del mundo. Me preguntó mi nombre y se lo dije. Bueno, le dije el diminutivo con el que todo el mundo me conoce. Nada más pronunciarlo, me pareció poco serio y rectifiqué, le comenté que podía poner también mi nombre oficial, ese que suena tan serio y potente. Ella me preguntó, ¿pero tu por cual te reconoces? Yo le dije el diminutivo. Y ella, "vale, pues ese te pongo, no sea que te ponga el otro y pienses que va dedicado a otra persona".
Maruja, al lado, seguía la conversación con mucho interés. Incluso participó en ella, bromeando, y olvidando por un momento la larga cola que tenía delante. Parecía que le interesaba más lo que hacía su compañera que lo que estaba haciendo ella misma.
"A ver si me gusta este libro tuyo", le dije a Almudena. Ella se puso un poco seria. "Aunque estoy segura que me va a gustar, porque algunas amigas mías que lo han leído están encantadas". Y entonces me dirigió una sonrisa de oreja a oreja que demostró que lo que le había dicho le había gustado.
Ahora sólo falta ver si de verdad me gusta y coincido con la opinión de mi amiga Mati.
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