Hace un tiempo escribí una entrada sobre este tema, que es una de las más visitadas de este blog, y prometí compartir más ejemplares de esta colección. No es que se me hubiera olvidado, pero lo he ido posponiendo hasta el día de hoy, casi dos años después, que he decidido que ya es hora de cumplir mi promesa.
Se trata de dos cuadernillos, uno sencillo, el número 272 "Las desventuras de una princesa" y el extra número 2 que contiene tres cuentos: "El violín mágico", "La flor del arcoiris" y "El vagabundo". Los podréis ver completos al final de esta entrada. Van dedicados especialmente a todos los frikis de la nostalgia como yo.
Entre los años 40 y 70 varias generaciones de niñas consumíamos con avidez los cuentos de hadas. Los comprábamos a veces, pocas, porque costaban 1 peseta y era demasiado dinero para nuestros pobres bolsillos. Y es por eso que la práctica habitual era cambiarlos con nuestras amigas o en la librería, en mi caso en la tienda de Joseíto el Barbero, de la que ya he hablado en otras ocasiones.
Nuestros cerebros infantiles no eran capaces de discernir en aquellos momentos que aquellos cuentos tan bonitos servían para adoctrinarnos y fijar en nuestras mentes un ideario femenino muy conservador y una forma de ver las cosas que, incluso habiendo tomado conciencia de ello, nos ha marcado toda nuestra vida. Las princesas de los cuentos eran todas guapas, mayoritariamente rubias, y su principal ocupación consistía en esperar la llegada de su príncipe azul. Cuando las protagonistas no eran princesas, eran pobres de solemnidad pero virtuosas, o frívolas que tenían la osadía de tener aspiraciones intelectuales o laborales y que se reconviertían en mujeres sensatas cuando encontraban a la media naranja que las guiaba por el buen camino. Los cuentos siempre acababan en bodorrios, o en promesas de amor eterno con boda a la vista. Eran historias que se desarrollaban en paises lejanos, en una época atemporal y en escenarios con estética medieval. Historias megarománticas en las que los valores masculinos y femeninos estaban muy marcados, y el objetivo último era institucionalizar el modelo franquista de familia y presentar el matrimonio como el sumun de todas las aspiraciones. Lo curioso es que, al contrario que sus heroínas, las dibujantes y guionistas de los cuentos de hadas trabajaban y podían vivir de su salario, ser independientes y mantenerse solteras, sin un hombre que las mantuviera, algo poco habitual en la época. Algunas de ellas han pasado a la historia como grandes profesionales del cómic, al igual que sus colegas masculinos. Un ejemplo es Rosa Galcerán. Y sin más preámbulos, dejo a continuación los ejemplares prometidos:
Las Desventuras de Una Prin... by onka3
Azucena Extra 02
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