Casi nunca recibo regalos en reyes, entre otras cosas porque mi cumpleaños es unos días después y mi gente se reserva los posibles obsequios. Sin embargo este año ha sido una excepción, y he recibido un regalo que me ha hecho mucha ilusión, un lector de ebooks. Un lector sencillito, sin grandes alardes tecnológicos, pero con una gran cantidad de libros almacenados.
Estaba entusiasmada con ese nuevo juguete que me abría una galería infinita de nuevas lecturas. La primera decisión que tomé, antes de sumergirme en ese mar inmenso de títulos y autores de todas las épocas, fue traspasar los libros que tengo almacenados en mi portátil. Y me llevé una gran decepción, porque desde mi flamante e-reader no podía abrir los archivos de los libros traspasados.
Suelo comprar mis libros en Amazon y en formato Kindle. Por dos motivos, porque son mucho más económicos y porque la mayoría son de escritoras noveles, generalmente amigas y conocidas, y los tienen publicados sólo allí. Por esta última razón, sobre todo, tengo almacenados en mi disco duro una buena colección de obras que puedo leer en mi portátil con una aplicación para Windows de tecnología Whispersync que Amazon facilita sin coste alguno para que las personas lectoras podamos adquirir los libros que tienen a la venta en su web.
Me gusta ser solidaria con mis amistades, pero no creo que sea justo, ni ético, ni moral, que tenga que volver a pagar un libro que ya he comprado sólo porque lo vaya a leer en un dispositivo diferente. Con los libros en formato papel eso no pasa. Lo puedo leer en el metro, en el autobús, en la cama o tendida en el sofá, y hasta puedo prestarlo a un amigo o a varios sin tener un sobrecoste. ¿Por qué no voy a poder leer "mis" libros, los que he pagado religiosamente, en el ereader que con tanta ilusión me han regalado mis hijos?