27 de abril de 2013

Nací en un pueblo pequeño



Nací en un pueblo pequeño
con una torre grandiosa,
permanece en mis recuerdos
su presencia majestuosa,
condensando los colores
de mi infancia soñadora:
sol y cal, y trigo verde
y las rojas amapolas.

20 de abril de 2013

Brusco despertar (Final)


Acuarela de Jean Jacque Dubosc


Se sintió sucia por pensar en el futuro estando su padre de cuerpo presente. Quiso llorar otra vez, abrazada al olivo como estaba, y las lágrimas no le salieron. Dentro de ella una fuerza superior la arrastraba hacia la vida, la hacía pensar en el mañana, en la niña que había dejado de ser para convertirse repentinamente en una mujer con responsabilidades. Ahora no tenía nadie que cuidase de ella, sería ella quien tendría que cuidar a su madre, la tendría que sacar adelante, por encima del dolor. Nadie que decidiese por ella, nadie que le marcase el camino. ¿Qué haría? ¡Estaba todo tan oscuro! ¿No habría nadie que le echase una mano?. No, no había nadie. Sus hermanas regresarían a la ciudad y ella se quedaría en aquella casa que olía a muerte por los cuatro costados. El luto, el recuerdo, el aislamiento… sabía muy bien lo que le esperaba en aquel pueblo. Sólo tenía 14 años y quería vivir. Pero a partir de ahora ni siquiera la dejarían salir a la calle.

Nada de esto importaba demasiado. Ya se le enfrentaría en su momento. Ahora importaban más las punzadas de su corazón, el vacío tan grande que sentía, el martilleo del cerebro. ¡Y estaba tan triste!. Quiso llorar otra vez, pero quedó inerme, abrazada al olivo, mirando a cualquier punto del espacio. En esta posición se quedó dormida.

-¡Ana!. ¡Ana! – Era la voz de su tía la que la sobresaltó –Ven enseguida, no puedes estar así, te tenemos que buscar ropa negra.

¡Ropa negra!. Sí, así eran ellos. Se moría de dolor, de cansancio, se moría de impotencia, de incertidumbre, se moría de sorpresa, de disgusto. ¡Y sólo se les ocurría que tenía que ponerse de luto!.

“No hay nadie que quiera consolarme. Esta carga está resultando muy pesada, voy a fracasar, tengo miedo”.

Con estos pensamientos, encogida de temor, suspirando profundamente, Ana se puso en pie y se encaminó hacia la casa. Empezaba una nueva vida para ella.

10 de abril de 2013

Brusco despertar (II)

Faltaban sólo unos minutos para abrazar a sus hermanas.

De repente, un nuevo escalofrío vino a enturbiar su felicidad. Si sus hermanas habían viajado de Barcelona a Sevilla en época de trabajo, tenía que existir un motivo muy importante. Tal vez su padre se estaba muriendo. ¿Por qué, si no, iban sus hermanas a realizar un viaje tan largo?.

Su corazón no quería creer aquellos razonamientos que su cerebro le dirigía. Los rechazaba con todas sus fuerzas. No podía ser cierto. Recordó de nuevo las palabras de su madre, su seguridad. Nadie le había hablado nunca de una posible gravedad y esta era la única realidad, regresaban sus padres, sus hermanas los acompañaban, su padre había superado la operación con éxito, y ya no tendría que aguantar a aquella familia tan cursi. Si sus hermanas habían hecho aquel viaje tan largo habría sido debido a la preocupación causada por la falta de noticias. Seguramente, habían pensado que su padre estaba muy enfermo y por eso se habían puesto en camino. La distancia suele desvirtuar los acontecimientos. Pero ella no tenía por qué preocuparse, la tarde anterior había hablado con su madre y le había dicho que no existía ningún peligro.

Desde el fondo de su pecho salió un suspiro que pretendía ser de júbilo, comenzó a cantar una canción alegre para darse ánimos. Se levantó y cogió el cepillo con agilidad para comenzar a barrer. Su estado de ánimo excitado y los gritos que salían de su garganta le impidieron percibir dos presencias extrañas en la estancia.

-¡Ana! ¡No cantes! ¡Tendrá valor esta muchacha! ¿Cómo puedes cantar sabiendo que tu padre está de camino en una ambulancia?.

9 de abril de 2013

Recuperando el Valldespí (1)


El Valldespí era un Centro Cultural Juvenil del barrio de Las Planas de Sant Joan Despí. Tuvo una vida corta, entre los años 1974-1980,  y aunque ahora se haya perdido todo vestigio de su existencia, aún permanece en la memoria de unas cuantas personas que vivieron en primera línea esa interesante experiencia, entre ellas en la mía. 

La historia es muy caprichosa, es difícil explicarse por qué un movimiento que aglutinó a decenas de jóvenes de Sant Joan Despí de diversas ideologías e intereses culturales y que revolucionó la vida del barrio y de la ciudad entera, ha quedado en el olvido como si nunca hubiera existido. Y ese es mi propósito, recuperar su historia y contarla, siempre desde mi punto de vista subjetivo y personal, plagado de lagunas. Espero que haya otras aportaciones que contribuyan a dar a conocer esta parte de la historia de nuestro pueblo.

Antes de empezar, unos cuantos apuntes que nos ayuden a situar el contexto de la historia. Era la década de los 70, una época convulsa, de muchas reivindicaciones y  movilizaciones en las calles, en las fábricas, en las universidades y en los barrios. Eran los últimos años de la dictadura y los primeros de la democracia, la sociedad civil se organizaba en sindicatos, en partidos políticos, en asociaciones vecinales, en centros culturales... y al frente de todos estos movimientos se situaba la gente joven, personas que no habían vivido la guerra civil ni los duros años posteriores, y que exigían sus derechos sobreponiéndose al miedo.

2 de abril de 2013

Brusco despertar (1)


Imagen: Despertar de la mañana, de Eva Gonzales (París, 1849-1883)


Lentamente se introdujo en el mar
Y una ola borró sus huellas sobre la arena.


Aquel día amaneció gris.

Era el mes de Julio, exactamente el día 9. ¿Y era gris el día en pleno mes de Julio? Tal vez sí o tal vez no. Es igual como era el estado real del tiempo. Ana lo recuerda así, gris plomizo, gris turbio, gris triste, gris, en suma. A pesar del azul del cielo, a pesar del sol radiante, a pesar del calor sofocante que se mete en los huesos y te marea, el día le amaneció gris a Ana.

Las 8 de la mañana. La despertó su tía, y un temblor inexplicable le electrizó el cuerpo al abrir los ojos.

-Levántate enseguida, tienes que arreglar tu casa. Ha llamado tu madre por teléfono desde Sevilla y dice que van a volver todos hoy, ella, tu padre y tus hermanas.

-¿Mis hermanas también vienen?

El gozo se le salía a Ana por los ojos al hacer la pregunta. Sus hermanas, aquellas personas tan queridas y borrosas en la distancia a las que sólo podía ver una vez al año durante las vacaciones de verano, aquellos dos mitos elevados a la cima más alta de su admiración, dos adolescentes que, no pudiendo soportar la falta de oportunidades del pueblo y la falta de esperanza de una vida digna, un día cogieron la maleta y emigraron a Barcelona, desafiando la soledad y el miedo a lo desconocido. Y sus hermanas estaban ahora muy cerca de ella… Un año sin verlas, y ahora casi podía tocarlas con la mirada.

-Sí, tus hermanas también vienen.