Las actividades del Grupo Recreativo del Centro Juvenil Valldespí se centraban en la organización de fiestas. No había festividad que no tuviera su correspondiente celebración bailonguera: Noche Vieja, Carnaval, o cualquier domingo era bueno para reunirse los amigos y bailar las canciones de moda.
Organizar una fiesta no era tan fácil como pueda parecer. Estábamos en los últimos años de la dictadura franquista, y las reuniones de más de dos personas no estaban permitidas. Para poder realizar una fiesta era necesario obtener el permiso de la autoridad, así que el primer paso consistía en presentar una instancia en Gobierno Civil en la que se especificaba en que consistía la celebración y los motivos, y después había que seguir el riguroso reglamento de Espectáculos Públicos.
Una vez obtenido el permiso de Gobernación, un técnico del Ayuntamiento tenía que certificar que se cumplían las debidas condiciones de seguridad y de paso te hacían pagar una tasa, que no era barata. Por no hacer nada, porque como el local ya era conocido y la policía se pasaba por allí a menudo a vigilarnos, conocían perfectamente su buen estado y no era necesario comprobarlo específicamente.
Expliqué hace tiempo en otro post como eran estas fiestas, no voy a repetirlo. Si os interesa el tema, pasaros por allí, seguro que lo vais a disfrutar.
La propaganda no era nuestro fuerte. Por entonces no había ordenadores personales, y éramos un poco chapuceros. Normalmente hacíamos unos cuantos carteles que colocábamos en las tiendas que nos lo permitían. A veces salían bien, otras no tanto.
Aparte de las fiestas, el Grupo Recreativo organizaba pocas cosas más. De hecho, a los pocos meses se unificó con el Grupo Cultural. Recuerdo un partido de fútbol que jugamos las chicas del Valldespí contra las del Casino de Sant Ildefonso, y que acabó 1-1, y las interminables partidas de ajedrez y damas.
El Grupo Cultural tenía poco movimiento. Empezó fuerte, organizando algunas conferencias y cine-forum, pero se desinfló pronto. Había un motivo, era, con mucha diferencia, el que se consideraba más peligroso, el más vigilado, y entre el público asistente a las actividades siempre había algún Social (policía de la Brigada Político-Social, la Secreta) que tomaba buena nota de lo que se hacía y se decía. Claro está, la gente le cogió miedo y dejó de asistir, y empezó a ser difícil encontrar ponentes, que generalmente era uno de nosotros. Empezaron a espaciarse los actos, y al final, el grupo desapareció.
Pongo unas cuantas fotos más, no concretamente de fiestas, de esas no tengo. Las cámaras de fotos que teníamos por aquella época no hacían buenas fotos de interior.
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