Todo el mundo tiene aniversarios dolorosos. A todas las personas, sin excepción alguna, le ocurren desgracias a lo largo de su vida. En mi repertorio personal hay tres fechas especialmente amargas que han influido de forma determinante en el devenir de mi vida. La primera, el 9 de Julio, el día que murió mi padre siendo yo una adolescente pueblerina, casi una niña. La segunda, el día que murió mi madre tras una larga enfermedad, fue un 12 de Mayo. Y la tercera, el día que me despidieron de Laboratorios Vita, empresa en la que trabajé durante 31 años.
De esta tercera experiencia es de la que quiero hablar hoy. Hace unos días se han cumplido 10 años, aunque parece que fue ayer, de ese angustioso Viernes negro del mes de Octubre que cambió el rumbo de mi vida.
Desde hacía unos meses el ambiente en la empresa era muy convulso, todo eran rumores de venta, de cambios, de despidos... Unos años antes la empresa había iniciado un cambio de cultura organizacional. El modelo de negocio familiar por el que se regía hasta entonces, en el que los dueños manejaban hasta los más pequeños detalles de la gestión de la empresa, incluyendo las vidas de sus trabajadores y trabajadoras, cayó en crisis cuando la segunda generación perdió todo interés en hacerse cargo de las riendas de la compañía y la preparó para venderla en condiciones beneficiosas para sus bolsillos.
En ese momento empezaron a aparecer por los pasillos de la empresa todo tipo de consultores, auditores y expertos de todo pelaje que presumían de que iban a conducir la gestión del cambio hacia un modelo organizativo mucho más eficaz y moderno. Elaboración de un plan estratégico, auditorías para optimizar los procesos, reestructuración de la plantilla, formación y coaching para la clase directiva... en unas semanas ya nos habíamos familiarizado con una jerga nueva que no acabábamos de entender del todo, pero que sonaba muy bien. En mi caso particular, había desarrollado toda mi carrera profesional en el departamento de informática, había trabajado allí desde muy joven, pasando por todas las etapas: operadora, programadora, analista, responsable del departamento, y con el nuevo organigrama que la Consultoría había diseñado pasé a ser directora del Departamento de Informática. Mi trabajo no había cambiado, sólo el título del cargo, y con él las tarjetas de visita.
Comenzó una etapa dolorosa. Pasé de realizar un trabajo que me apasionaba y me hacía sentir realizada a sufrir continuamente en medio del estrés, las peleas y las luchas de intereses. Ya no me gustaba lo que hacía. Vi como las personas que habían sido importantes en el auge de la empresa, que habían entregado lo mejor de sí mismas a lo largo de los años, tenían que marcharse para ser sustituidas por otras mucho más competitivas, aunque no más competentes. Ni siquiera les agradecían los servicios prestados. La ley de la selva había llegado para quedarse, personas con mucha ambición y poca calidad humana tomaron el mando. Mucho máster, mucha teoría económica, y ninguna generosidad, ni solidaridad, ni empatía. Antes de que el ultraneoliberalismo eclosionara en nuestra sociedad y se hiciera visible con la llegada de la crisis, se había ido instalando en las empresas, en las pequeñas y en las grandes, y desde allí dieron el salto a todos los espacios de poder. Yo lo viví en primera persona hace ya unos cuantos años.
Decía el nuevo Director General que no se fiaba de los informáticos porque eran como los espías de la CIA, y que la única manera de guardar un secreto era no tecleándolo en un ordenador. Tenía razón. Pero era muy difícil de llevar a cabo, muchas veces era inevitable enviar un mensaje de correo, o escribir un informe urgente, o... y aunque se eliminara rápidamente quedaba rastro. Y allí estábamos nosotros los informáticos para leerlo sin ni siquiera movernos de nuestra silla. En el ambiente de confusión y desconfianza en el que nos movíamos, era razonable organizarnos y crear toda una red de espionaje para vigilar los movimientos del enemigo.
Tenía una nueva jefa de área con la que no tenía ningún feeling, a mi no me gustaba su agresividad, su prepotencia y su forma despótica de tratar a la gente. A ella no le gustaba que yo fuera tan anárquica y desobediente, que siempre defendiera a la gente que dependía de mi y que no empleara mano dura con ellos. Ella odiaba que, por mucho que lo intentara, no pudiera controlarme y utilizarme para sus intereses. Era cuestión de tiempo que yo saltara, lo sabía. Pude ver como mi nombre aparecía en todas las propuestas secretas de despido, en listas de ERE y en todos los informes que recomendaban hacer limpieza de personal. Presencialmente, me ponía buena cara y me hacía bromas, pero yo veía en su ordenador lo que realmente intentaba hacer, que era deshacerse de mi.
Vivir con esa tensión es muy cruel. Esperando el día que te claven el puñal y te dejen malherida. Hay miles de personas que sufren este acoso, me identifico con ellas. Durante el proceso llegas a pensar que no sirves para nada y que tu vida va a perder todo el sentido si pierdes tu trabajo y a la mañana siguiente vas a dejar de hacer lo mismo que has venido haciendo durante 30 años. Y todos los esfuerzos que has hecho, y todo lo que has aprendido, ¿qué va a ser de tus conocimientos? ¿Se van a perder todas las horas invertidas, los mejores años de tu vida? Es muy duro.
Aquella mañana de Viernes de Octubre, al llegar bien temprano al trabajo, hice mis tareas rutinarias de observación de ordenadores interesantes. Y me encontré con una desagradable sorpresa. En el ordenador del jefe de Recursos Humanos, que para más inri había sido amigo mío y compañero de sección, que había compartido conmigo años y años de experiencias dulces y amargas, aunque ya sabía que se había vendido al enemigo y era una pieza destacada de su ejército... en su ordenador encontré la carta de mi despido, lista para la firma.
Cuando miro para atrás me admiro de la sangre fría con la que actué aquel día. Aún no eran las 8 de la mañana y por delante quedaba toda una mañana de sufrimiento, porque hasta las dos del mediodía no solían comunicar la desagradable noticia. Es lo que han hecho con otra mucha gente antes que conmigo. Fui a desayunar como todos los viernes, sabiendo que aquel sería el último desayuno. Me despedí de algunas amistades de otros departamentos, le envié mi finiquito al abogado de CCOO para que analizara si era correcto, lloré en el vestuario con algunas de mis amigas de toda la vida, compartí todo el día con mi compañero de trabajo, mi amigo y colaborador, la persona con la que compartía despacho y vivencias, los dos tan tristes y tan cabreados, y cuando llegó la terrible llamada, ya estaba preparada, no me cogió de sorpresa.
A la semana siguiente se comunicó la venta de la empresa, hubo muchos más despidos, la mayor parte pactados. Nunca dejo de sorprenderme de que existan personas con tanta maldad como mi ex-jefa. Podía haber esperado una semana y enmascarar mi despido en medio del proceso de venta, junto con los demás, habría sido menos doloroso. Ella ya sabía que la empresa estaba vendida, como lo sabía yo. Pero quiso hacer daño, quiso dejar claro quien mandaba allí.
La vida sigue, y de las experiencias amargas también se aprende. Y te hacen fuerte. Con el tiempo te das cuenta que había sido una suerte salir de aquel entorno tan viciado y tan poco saludable y enfocar tu vida hacia objetivos que te den más satisfacciones. Era un mundo muy cerrado y endogámico, cuando estás dentro te dejas absorber y es difícil darse cuenta. Sólo cuando estás fuera y has superado el trauma, y cuando de alguna manera has conseguido romper el lazo emocional que te ataba a aquellas rutinas lo ves con claridad.
De mi etapa en Vita tengo muy buenos recuerdos. Lo que más valoro son las amistades que allí hice. Mis amigas más íntimas, unas relaciones muy fuertes que el paso del tiempo no ha deteriorado. Mis compañeros y compañeras, por los que sigo teniendo mucho afecto y con muchos de ellos no he perdido el contacto. Y que allí se forjó, entre experiencias positivas y negativas, la persona que ahora soy. Buena o mala persona, dependerá del punto de vista de quien lo juzgue. En todo caso, una persona que se siente querida y que procura actuar de forma honesta para sentirse a gusto consigo misma.
Suelo hablar de este acontecimiento de mi vida muy a menudo, lo cuento como una anécdota y sin rastro de rencor. Lo tengo absolutamente superado. Sin embargo nunca había escrito sobre ello. Por mi forma de ser, cuando escribo se despiertan en mi muchas emociones, y no quería remover viejos sentimientos. Ahora, 10 años después, me he decidido a hacerlo. Y aquí dejo mi relato por si le interesa a alguna persona que en este momento esté pasando por una situación similar y le ayuda a superarla.
Juani leyéndote se me ha venido a la mente todos lo sucedido en ese tiempo amargo y por un momento he sentido todo aquello como si fuera el presente.
ResponderEliminarPor suerte para ti eso ya está superado y para mi aunque no del todo como me gustaría por las circustancias que ya conoces, todo es una experiencia y parte de nuestra vida.
Te quiero un montón.
Juli
Yo también te quiero un montón Yulieta. Esos fueron tiempos amargos y me he emocionado muchas veces mientras lo recordaba. Me ha costado mucho escribirlo, algunas cosas me las he guardado y otras las he maquillado para no perjudicar a las personas que todavía están dentro. 10 años son muchos y he creído que había llegado el momento de contarlo. Pero que conste que yo me quedo sobre todo con lo bueno que viví allí, que es mucho, y tengo muy buenos recuerdos. Bueno, ya lo sabes personalmente...
ResponderEliminarSiempre, siempre, hay que quedarse con los buenos recuerdos nada mas...un beso.
ResponderEliminarQuerida Juani:
ResponderEliminarMe ha emocinado muchísimo tu relato. (en un aparte quiero decirte lo magnífica escritora que eres, y cómo haces fluir las emociones en quién te lee). También he recordado aquellos tiempos con mucho dolor, nada más ver el título ya he imaginado enseguida de qué aniversario se trataba. Y cómo bien dices ese nuevo estilo directivo es difícil de asimilar, por mi parte todavía existen grandes reticencias tras esos 10 largos años que he pasado allí. Las personas que citas, y otras que no citas, han continuado haciendo daño. Muy recientemente he sido víctima del despotismo y la maldad de quién ya imaginas, públicamente y en un mal momento personal. En fin, que lo mejor sique siendo nuestra amistad inquebrantable.
Quiero darte un abrazo, sin palabras, con una gran sonrisa, como acostumbramos a hacer cuando nos vemos. Te quiero y te admiro, Juani y lo sabes
Elena
Muchas gracias, Elena, eres un sol. Muchos ánimos! Y un poquito de paciencia. Ya mismo podrás decirles a todos esos, ahí os quedáis, y mandarlos a freir espárragos.
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