Doha es la capital de Qatar, un pequeño país situado en el golfo pérsico, en una de las zonas más áridas del planeta. Tradicionalmente, en Qatar se malvivía de la pesca y del cultivo de perlas, hasta que se descubrieron importantes yacimientos petrolíferos y se empezaron a producir miles de barriles diarios. Y el gas, que superó al petróleo. Ahora es uno de los países más ricos del planeta.
De los casi 2 millones de habitantes de Qatar sólo 300.000 son qatarís, el resto son inmigrantes procedentes de todas partes del mundo, sobre todo de los países del sur asiático, India, Pakistán, Filipinas, etc. Cada mes miles de personas emigran a Qatar, lo que ha ocasionado un crecimiento explosivo de la población y una expansión caótica de la capital.
Desde hace un año mi hijo vive y trabaja en Doha, y ésta fue la causa de que estas navidades nos liáramos la manta a la cabeza, hiciéramos las maletas y nos dispusiéramos a pasar las fiestas navideñas en esa, a priori, poco atrayente ciudad.
Viajar con billetes stand by en algunas ocasiones es una aventura. Como familiares de un trabajador de la compañía aérea "Qatar Airways" tenemos derecho a estos billetes, que son muy económicos pero están sujetos a espacio. Es decir, si hay plazas una vez se cierra facturación, vuelas, si no, hay que esperar al siguiente. En esta ocasión el suspense se alargó hasta el último segundo, la decepción se duplicó porque nos habíamos presentado en el aeropuerto con la completa seguridad de que no tendríamos ningún problema, tras un exhaustivo seguimiento los días anteriores. Un cambio de avión de última hora, a una más pequeño con menos plazas, nos dejó al borde del desastre. Finalmente hubo suerte y pudimos conseguir nuestros asientos, aunque separados, en la última fila y al lado del retrete. Aún así, el viaje fue muy cómodo y placentero, sin ningún tipo de contratiempo.
A la llegada, el autobús del aeropuerto nos trasladó desde el avión hasta la zona de control de entradas. La primera imagen del país es una cola enorme, de horas, compuesta en su mayor parte por hombres hindúes esperando recibir el visado. Son las 11 de la noche, y no es la mejor noticia pensar que te vas a pasar al menos dos horas entre hombres que te miran de arriba a abajo de forma insolente y que te desnudan con la mirada. Sin embargo, a los pocos minutos, un funcionario abre las cintas y nos hace pasar a todas las personas de aspecto occidental a otra cola mucho más pequeña. Es la primera evidencia de que nos encontramos ante una sociedad muy clasista que no tiene ningún interés en ocultarlo, como lo hace la nuestra.
Desde el hotel la vista es impresionante. Lo primero que llama la atención es la luz, es diferente. Y esa especie de bruma con la que amanecía todos los días que aún no sé si era debida a la contaminación, a la arena del cercano desierto que emborrona la atmósfera, o simplemente a la humedad.
Doha es una ciudad de contrastes. Es cosmopolita, moderna y vitalista y, a la vez, la religión y las tradiciones están presentes en todas partes. A mis ojos de occidental son muchas las cosas que chirrían al observar la cotidianidad. Esas mujeres vestidas de negro, algunas tapadas completamente, y los hombres con sus túnicas blancas. Todos ellos visitando los abundantes y caros centros comerciales y gastando el dinero que les sobra a espuertas en caros productos de marca exclusiva
El alcohol está prohibido, aunque se puede encontrar fácilmente en los clubes nocturnos ubicados en los hoteles caros. Nosotros no tuvimos ningún problema para celebrar nuestra cena de Nochebuena acompañándola con vino y cava. En cambio, en las comidas diurnas en cualquier bar o restaurante sólo tenías disponible agua, refrescos o zumos.
Los extranjeros residentes en Qatar pueden obtener permiso para comprar alcohol para uso personal previo pago de licencia. Es probable que detrás de esta iniciativa haya un negocio de pingues beneficios de un importador exclusivo, como suele pasar en estos casos. Esta vía de entrada es aprovechada también por los acaudalados qatarís, educados en Occidente, que bordean la ley para encontrar un escape a sus problemas cotidianos.
Me causa extrañeza que esté tan extendida la idea de que Doha es una ciudad fea y sin alicientes. Es caótica y dura, es cierto, los coches son los amos, hay grandes avenidas con pocos semáforos que hace que sea casi imposible cruzar las calles, y no hay aceras para pasear. Pero también tiene espacios bonitos, y sobre todo de noche, las vistas son impresionantes.
Esta foto no hace honor a la realidad. La verdadera belleza de esos paisajes están clavados en mi retina, y será difícil olvidarlos. La Perla, Al Corniche, el mar... también de día se pueden contemplar paisajes extraordinarios. Una prueba de ello fue la visita al Museo de Arte Islámico. Situado en una isla artificial, el museo es obra del arquitecto Leoh Ming Pei, autor también de la Pirámide del Museo del Louvre. La colección de obras no es abundante en cantidad, pero sí que es buena en calidad. Además, es gratuito. Y los exteriores, los patios, las fuentes... todo muy bonito y realmente impresionante.
Una de las actividades que más he disfrutado ha sido la visita al Zoco. Con innumerables callejuelas y tiendas de todo tipo, de alimentos, animales, antiguedades, y bares y restaurantes. En los bares no se bebe alcohol, se fuma algo que se llama sisha, no sé lo que es, aunque huele bien. No me gustó ver a los animales, sobre todo a los pollitos, pintados de colores, pero en fin... la cena en un restaurante iraní, sensacional!. Y coincidimos con otros españoles, algo que no es raro en Doha y que siempre se agradece.
En el Zoco tuvimos una de las escenas más pintorescas de nuestro viaje. Fuimos a comprar perlas a precio barato en una tienda del lugar. El dueño era nativo de Sri Lanka y nos trató como a reyes. Seguramente no compramos tanto como a él le hubiera gustado, pero fue en extremo amable y simpático. Hasta nos invitó a té.
El último día visitamos el desierto. En el camino encontramos varios pueblos salidos de la nada, desarrollados alrededor de los pozos petrolíferos y habitados por hombres en su inmensa mayoría. Por las calles no encontramos ni una sola mujer. Estaba prohibido hacer fotos, pero no pude resistirme a hacer unas cuantas desde el coche.
De la misma manera que aquí hay mucha gente que coge los esquís y se van a la nieve a pasar los fines de semana y desconectar, en Qatar cogen su todoterreno o su quad, y si no tienen lo alquilan in situ, y se dirigen al desierto a atravesar dunas a gran velocidad. Es todo un espectáculo ver los vehículos correr, supongo que conducir uno de ellos aún será más emocionante. Aunque es un deporte que no me atrae, yo disfruté más admirando la puesta de sol en el desierto.
Me dejo muchas cosas en el tintero, pero no es mi intención describir minuciosamente todas y cada una de las experiencias que he vivido, sino dar una idea general de lo que ha sido mi corto viaje. Por supuesto, lo mejor ha sido compartir tantos momentos inolvidables en familia. Y las ganas que me han quedado de volver, algo que haré, espero, en los próximos meses.
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