15 de enero de 2015

Doha, Dubai, Abu Dhabi (II)


Abu Dhabi es la capital de Emiratos Árabes Unidos y la capital del emirato del mismo nombre. EAU es una federación de siete emiratos: Abu Dabi, Dubái, Ajmán, Fuyaira, Ras al-Jaima, Sharjah y Umm al-Qaywayn situados en la península arábiga. A pesar de la idea general de que Dubai es la ciudad más importante del estado, no es así, ni el emirato que capitaliza es el más rico. Abu Dhabi tiene menos habitantes, menos edificios ostentosos, menos turismo y menos glamour, pero muchas más reservas energéticas, lo cual hace que sea el centro económico del país, además de ser el centro político.

En nuestra visita del pasado mes de Enero a varios países del Golfo Pérsico, no podía faltar una rápida excursión a esta ciudad, sobre todo teniendo en cuenta que está a poco más de una hora de viaje en coche desde Dubai y todo el camino es autopista. La primera impresión que me dio Abu Dhabi es que es una ciudad agradable y bien planificada, sin tanta contaminación como sus vecinas, aunque también está creciendo con rapidez y aumentando la cantidad de rascacielos, con lo que corre el peligro de convertirse en una copia más de ciudades del estilo de Hon Kong .

Nuestro primer destino es la Mezquita Sheikh Zayed, la Gran Mezquita, que lleva el nombre del emir que ordenó iniciar su construcción, que fue el primer presidente de los Emiratos Árabes Unidos y el gobernante que impulsó la transformación del país invirtiendo las ganancias obtenidas con el petróleo.



Y delante de la Mezquita sucede el primer contratiempo, un guardia se acercó a nosotros con cara de pocos amigos y nos advirtió que estaba prohibido que las mujeres se hicieran fotografías con el pelo descubierto. De paso nos informó que para entrar teníamos que cubrirnos, y nos dirigió a una especie de vestuario público donde tuvimos que guardar cola para que nos proporcionaran la vestimenta adecuada.

Y una vez disfrazadas, ya no hubo problemas para hacerse fotografías, ni fuera ni dentro.



La Mezquita es, sin duda, impresionante, tanto por su grandiosidad como por su belleza. Una inmensa mole de mármol, con capacidad para más de 40.000 personas, cuatro minaretes, 82 bóvedas y más de mil columnas blancas y relucientes. 




El interior está decorado con multitud de piedras preciosas, las lámparas de araña están cubiertas de oro y el suelo tapizado con la alfombra más grande del mundo. En fin, todo lo más de lo más también en lo referente a arquitectura religiosa.






Por la tarde, una rápida visita a la "Corniche", una preciosa playa pública de arena blanca y fina que, a esas horas del atardecer, o quizás por la época o porque el día era agradable sin llegar a ser caluroso, no estaba muy concurrida. Observamos a las familias descansando en las tumbonas, los niños bañándose completamente cubiertos, las mujeres paseando con sus largas túnicas negras, y algunos jóvenes jugando a fútbol en unas porterías habilitadas en la arena. Lo más bonito de todo, la puesta de sol, que comenzaba a insinuarse.







Y ya en el coche, de regreso a Dubai, con las llamadas al rezo de fondo,  realmente costaba apartar la vista del espectáculo tan alucinante que dejábamos atrás. La fot no es muy buena, pero sirve para hacerse una idea.


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