Día 1
El vuelo tenía la salida a las 9,50h. de un sábado del mes de Septiembre, desde Barcelona. Habíamos madrugado para evitar las aglomeraciones en los mostradores que la compañía había sufrido en los últimos meses. Pero no hubo ningún problema. Fue un viaje muy tranquilo, el avión bastante vacío, y a la hora prevista, las 12,50 ya estábamos en Copenhague.
La primera alegría nos la llevamos en la cinta de recogida de equipajes. Mi hijo, que venía desde Estocolmo, se reunió allí con nosotros. Recogimos las maletas, la nuestra y la suya, y salimos a la parte externa del aeropuerto, allí estaba mi hija esperándonos, algo nerviosa porque tardábamos más de lo previsto. Por fin y después de mucho tiempo, estaba la familia al completo, reunida para emprender esta aventura de recorrer durante una semana algunas tierras del norte de Europa.
Compramos tarjetas de transporte para tres días, y nos subimos al metro rumbo al apartamento de Kristine, que habíamos reservado vía airbnb. El apartamento nos causó buena impresión, es pequeño pero está bien situado, en el barrio de Norrebro, en el centro de Copenhague, bien comunicado y en un lugar tranquilo. Nos llamó la atención que la puerta de la vivienda estuviera llena de zapatos, también el piso contiguo y los de otras plantas. Conocíamos la costumbre de los países del Norte de dejar los zapatos en la entrada y caminar descalzos sobre el suelo de madera, pero no imaginábamos que la cantidad fuera tan grande, y que tantos zapatos estuvieran en el rellano.
Nuestra primera excursión por Copenhague la hicimos a pie, desde el apartamento en que nos alojábamos hasta el centro de la ciudad. Bordeamos un lago cercano con muchos cisnes, atravesamos un parque en el que había un montón de gente haciendo picnic, aprovechando los últimos rayos solares, y una fiesta tipo botellón con baile incluido, y enseguida nos plantamos en el centro.