Me levanté esta mañana todavía con el subidón de la manifestación del 8M de ayer en Barcelona. Le daba vueltas a montones de ideas y reflexiones intentando entender por qué por primera vez desde hace decenas de años el movimiento feminista ha conectado con la gente joven. ¿Por qué esta vez sí han acudido tantas jóvenes a las manifestaciones, no sólo de Barcelona, sino de todas las ciudades españolas, según contaban las numerosas crónicas emocionadas que he leído por las redes sociales?
Es cierto que en manifestaciones puntuales como el Tren de la Libertad o el 7N había habido una participación multitudinaria, pero de todo tipo de gente, de todas las edades, y más bien predominaba la gente mayor. También es cierto que desde las protestas contra la ley Gallardon del aborto ha venido aumentando la presencia de jóvenes en nuestras manifestaciones. Eran jóvenes concienciadas y convencidas que se introducían en el feminismo, algunas arrastraban a sus parejas.
Y entonces llegó el 8M de 2017 y de forma inesperada la juventud tomó la calle e hizo suya la tradicional manifestación de todos los años. Puede que haya sido por la repercusión que ha tenido en las redes sociales, que no en los medios convencionales, el paro internacional de mujeres, o por la contribución de las mujeres de Velaluz en huelga de hambre en Sol, o puede que sea por la indignación por los numerosos asesinatos de mujeres o por el aumento de la brecha salarial. O puede que sea por todo ello junto, la cuestión es que allí estaba esa marea de gente gritando los lemas más radicales del feminismo. A mi me producía cierto reparo observar el comportamiento de esos grupos que parecían salidos de un instituto cualquiera, la lata de cerveza en la mano. A ratos, el olor que desprendía la hierba nos mareaba y teníamos que cambiar de lugar, porque ya tenemos una edad y no estamos para según que cosas. E incluso pensaba que, quizás, algunas actitudes de aquellos chicos tenía cierto tufo machista. Y no fue un grupo, ni dos, fueron unos cuantos más con los que compartimos marcha y cánticos.
Pero a medida que pasa el día y reflexiono y comento, más importancia le doy a lo que pasó ayer. Es como una especie de segundo 15M, una explosión de indignación inesperada. Y ojalá que el movimiento tenga continuidad y coja el relevo, o al menos que renueven lo que hay, un poco de aire fresco no viene mal a nadie, y al movimiento feminista tampoco.
Concentración en Sant Joan Despí
Un aplauso enorme para todas las mujeres que han parado cumpliendo la llamada de las organizaciones feministas, pese a que los grandes sindicatos no sólo no han convocado la huelga, sino que han enviado mensajes advirtiendo del peligro de parar siendo una huelga ilegal, y que se podía llegar al despido. Eso sí, añadían que apoyaban todo el movimiento que se estaba gestando estos días. En Sant Joan Despí también ha habido mujeres valientes que han salido a las puertas de sus trabajos a las 12 de la mañana para solidarizarse con el paro mundial de mujeres, también se ha convocado una concentración delante del Ayuntamiento a la que no ha asistido mucha gente, pero ha sido todo un éxito que por primera vez el 8M se haya movilizado una parte de la población.
Mucha movilización en general, y sin embargo, leyendo los periódicos de hoy, parece que ayer no pasó nada. Sí, que el Barça ganó y que Millet está sentado en el banquillo de los acusados, pero del paro de mujeres y las manifestaciones, casi nada. Sólo dos portadas los mencionan, las de La Vanguardia y El País, y ni siquiera los diarios digitales de izquierda los tienen en cuenta en lugares visibles. ¿Alguien sabe qué repercusión tuvo en el resto del mundo el paro? Para informarme he tenido que ir a periódicos argentinos y de otras nacionalidades, porque los de aquí... Silencio
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