11 de abril de 2018

Mujeres del 36 (4): María Salvo

                                                         Fotografía de Gemma Donaire

María Salvo Iborra, nacida en Sabadell en 1920 es una activista antifranquista española, presa política durante la dictadura franquista.

Su abuelo paterno, emigrante aragonés, había inculcado a sus descendientes el gusto por la lectura y la cultura. Su padre, Pantaleón, era carpintero ebanista que participaba en los movimientos obreros pero no militaba en ningún partido ni sindicato. Su madre, Assumpta, era ama de casa, católica practicante y analfabeta. Había nacido en una familia de pageses de la comarca del Priorat, y a los catorce años emigró a Barcelona para trabajar de criada.

A los 13 años, María abandonó la escuela y comenzó a trabajar de portera de la casa en la que vivían porque su madre estaba enferma. Cuando su madre se recuperó, trabajó de costurera y de planchadora.

A los 15 años, comenzó a frecuentar los centros culturales que dirigía Esquerra Republicana. Su hermano conoció a una chica de Santander que era miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSUC), y la llevó a casa. Este encuentro marcó un cambio de rumbo en la vida de María, pues ella también se incorporó a la JSUC. Era el año 1936 y ella tenía 16 años.

1 de abril de 2018

Trementinaires


De haber nacido unos siglos antes, las trementinaires habrían sido consideradas brujas y víctimas de algunas de las muchas cazas de brujas que asolaron Catalunya. Pero ellas tuvieron la "suerte" de vivir en el período que va desde mediados del siglo XIX a finales del XX, a sus prácticas medicinales se las consideró como oficio, y fueron muy apreciadas por su labor. Un oficio ejercido por mujeres, del que conocemos muy poco porque no existen documentos escritos, todo lo que conocemos de ellas nos ha llegado a través de la memoria colectiva.

Estas mujeres sabias se dedicaban a la venta ambulante de hierbas y remedios naturales que ellas mismas recogían y elaboraban. Eran curanderas de la comarca del Art Urgell que recorrían a pie decenas de kilómetros para llevar a las masías de los alrededores hierbas y productos curativos. 

Solían pertenecer a las familias más pobres del valle, y sus ganancias exiguas servían para complementar la precaria economía doméstica de la familia. En un contexto histórico y social en el que la población emigraba a zonas más ricas, ellas crearon este medio para sobrevivir en una tierra dura y áspera.