1 de abril de 2018

Trementinaires


De haber nacido unos siglos antes, las trementinaires habrían sido consideradas brujas y víctimas de algunas de las muchas cazas de brujas que asolaron Catalunya. Pero ellas tuvieron la "suerte" de vivir en el período que va desde mediados del siglo XIX a finales del XX, a sus prácticas medicinales se las consideró como oficio, y fueron muy apreciadas por su labor. Un oficio ejercido por mujeres, del que conocemos muy poco porque no existen documentos escritos, todo lo que conocemos de ellas nos ha llegado a través de la memoria colectiva.

Estas mujeres sabias se dedicaban a la venta ambulante de hierbas y remedios naturales que ellas mismas recogían y elaboraban. Eran curanderas de la comarca del Art Urgell que recorrían a pie decenas de kilómetros para llevar a las masías de los alrededores hierbas y productos curativos. 

Solían pertenecer a las familias más pobres del valle, y sus ganancias exiguas servían para complementar la precaria economía doméstica de la familia. En un contexto histórico y social en el que la población emigraba a zonas más ricas, ellas crearon este medio para sobrevivir en una tierra dura y áspera.

Las trementinaires conocían las plantas y sus virtudes medicinales. Con ellas elaboraban remedios ancestrales, usando unos conocimientos que habían adquirido por transmisión oral de sus antecesoras. Se desplazaban siguiendo unos itinerarios prefijados, por parejas, una mujer joven y otra mayor con más experiencia, normalmente de la misma familia. Pese a que muchas de ellas eran analfabetas, tenían en la cabeza los conocimientos necesarios.

Portaban grandes bolsas de tela que cargaban como fardos, en las que guardaban la mercancía. También cargaban con latas, en las que llevaban los aceites, una hoz pequeña para cortar las hierbas y una pequeña romana para pesar los productos.



Solían hacer uno o dos viajes por año, que podían durar desde unos días a varios meses. Pero ellas trabajaban todo el año, ya fuera atendiendo la casa, a los niños, cuidando el huerto, recogiendo las plantas medicinales, preparándolas para su uso y elaborando sus remedios. 

Las salidas eran en invierno, después de la matanza del cerdo, y en otoño, para regresar a casa antes de Navidad. Salían varias parejas juntas desde el valle, para separarse más adelante y seguir cada cual su propia ruta, que solía ser siempre la misma, para atender a sus clientes habituales.

El más solicitado de todos los productos que elaboraban era la trementina, la resina de los pinos, de la que adoptaron su nombre. Este era uno de los potingues que más vendían, como remedio a los dolores de golpes o torceduras, o para desinfectar las heridas de personas y animales. Otros remedios de las trementinaires eran el aceite de abeto, usado para curar enfermedades pulmonares y las llagas de estómago; el té de roca, una infusión estomacal y purgante; salsufragio, recomendada para las piedras de los riñones...

El último viaje lo hizo Sofía Montané, en el año 1984. Sofía hizo sus viajes acompañada por su abuela, después por su madre, su suegra, sus hijas, una vecina, y finalmente por su marido. Este es uno de los pocos casos en el que un hombre ejerció este oficio.



Todas las fotografías son del Museu de les Trementinaires de Tuixent.


Fuentes: 

arbolesmaestros.org

Blog de Judith Mellado

Blog Un cajón revuelto


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