La Mermaid Parade es un desfile que se celebra anualmente en Conney Island el sábado posterior a la entrada del verano. La gente va disfrazada con motivos marinos, dominando, por encima de los demás, los disfraces de sirena, haciendo honor al nombre del evento.
El cuarto día de mi estancia en Nueva York teníamos previsto, la Batucada que entiende y yo como agregada, dedicarlo a participar en ese desfile junto a la Batucada Fogo Azul. Las Fogo Azul habían elegido para la ocasión el disfraz de flamingo, así que tanto ellas, como nosotras, sus invitadas, íbamos ataviadas de ropaje de color rosa.
El desfile transcurrió por las calles de Conney Island, ante la mirada de cientos de miles de personas y bajo un sol abrasador. En el recorrido atravesamos parajes muy conocidos, sobre todo por aparecer en multitud de películas, como el conocido parque de atracciones. Es más, a veces teníamos la sensación de estar dentro de una de esas películas. Y al final, la traca, las batucadas tocando en la famosa playa de Nueva York, con los pies sumergidos en el agua. Para ellas fue una experiencia inolvidable.
Al finalizar el desfile, agotadas por el esfuerzo y la calor, buscamos un lugar donde comer, pero todo estaba abarrotado, no cabía ni un alfiler. Decidimos comprar comida para llevar y comerla en la calle, sentadas en el duro suelo. No había otro sitio libre.
Después de comer, el grupo más numeroso se dirigió a la playa, dispuestas a exprimir la experiencia mientras quedara un ápice de fuerza. Pero otro grupo mucho más reducido regresamos al hotel, con el ánimo de descansar un rato. En ese grupo estábamos mi amiga y yo.
Si viajas a Nueva York y quieres conocer la ciudad en clave feminista, seguramente lo vas a tener muy difícil. No hay ningún rastro en las calles ni en las plazas de la lucha feminista que tan importante ha sido en esta ciudad. A las mujeres se nos ignora. Para mi fue una sorpresa, por todo lo que había leído, por la relevancia de las feministas neoyorquinas, y porque incluso en la guía turística que había consultado antes de viajar se destacaba que de los 5 neoyorquinOs que cambiaron la historia de Nueva York 4 eran neoyorquinAs.
Y el día más importante para el movimiento feminista, el 8 de marzo, que tiene su base histórica en el incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist situada en Nueva York, en la que murieron 146 tejedoras, mujeres inmigrantes explotadas, el reconocimiento que se hace de estos hechos es insignificante. En el lugar de la fábrica hay un edificio, “Brown Building”, que pertenece a la Universidad de Nueva York, en el que sólo hay una placa de recuerdo que pasa muy desapercibida. Por supuesto, este edificio no forma parte de las rutas turística. Duele comprobar el agravio comparativo con el reconocimiento que se hace a la lucha LGBT y a su lugar emblemático, el bar Stonewall.
Al atardecer del cuarto día de estancia en Nueva York mi amiga y yo nos encaminamos hacia ese lugar. Nos costó encontrarlo, hay muy poca información sobre su ubicación. Cuando al final lo encontramos, guardamos silencio durante un buen rato, y nos sumergimos en nuestros pensamientos. Sentíamos frustración e indignación, y por encima de todo, una inmensa tristeza.
Al atardecer del cuarto día de estancia en Nueva York mi amiga y yo nos encaminamos hacia ese lugar. Nos costó encontrarlo, hay muy poca información sobre su ubicación. Cuando al final lo encontramos, guardamos silencio durante un buen rato, y nos sumergimos en nuestros pensamientos. Sentíamos frustración e indignación, y por encima de todo, una inmensa tristeza.
La noche se hizo algo complicada, casi nada nos salió bien. Estábamos tristes y bastante cabreadas. Yo, además, tenía unas ampollas en la planta del pie derecho a las que les quitaba importancia y disimulaba para no fastidiar el viaje a mi amiga en la última noche, pero la verdad es que eran bastante dolorosas y a duras penas aguanté.
Y, finalmente, llegó el quinto y último día, el de nuestro regreso. Dejamos las maletas en la consigna del hotel. Antes, y siguiendo en la estela de la mala racha de la noche anterior, se me rompió el tirador de la maleta y me costaba arrastrarla. Pero dejando atrás los pequeños problemas, nos dispusimos a disfrutar de nuestro último día con toda la ilusión del mundo. Nuestro destino, Central Park.
Y, finalmente, llegó el quinto y último día, el de nuestro regreso. Dejamos las maletas en la consigna del hotel. Antes, y siguiendo en la estela de la mala racha de la noche anterior, se me rompió el tirador de la maleta y me costaba arrastrarla. Pero dejando atrás los pequeños problemas, nos dispusimos a disfrutar de nuestro último día con toda la ilusión del mundo. Nuestro destino, Central Park.
Central Park nos pareció, como a casi todo el mundo que lo visita, un oasis, un enorme rincón verde, de frescura, en el centro de esa gran ciudad. Allí se ve a la gente relajada, tendida en el césped, músicos por todas partes, lagos rodeados por suaves colinas, bancos con mensajes de amor, puentes de película, turistas disfrutando de los rincones maravillosos, el monumento a John Lennon...
Nosotras buscamos un rincón no muy conocido, y de hecho, nos costó encontrarlo, el monumento a Eleanor Roosevelt, en Riverside Park. En el camino de regreso a Central Park, compramos comida y hablamos con trabajadores inmigrantes que nos trasladaron su descontento con el ritmo de vida en la ciudad.
Y antes de volver al hotel a buscar las maletas, mi amiga tuvo un detalle conmigo. Yo tenía mucho interés en visitar Grand Central Station, no sólo por su presencia en las películas, sino porque en mi familia, mi hijo en particular, las estaciones de trenes ocupan un lugar importante y quería contribuir de alguna manera a hacerles partícipes de lo mucho que estaba disfrutando en este viaje. Pero ya había perdido la esperanza de poder visitar ese lugar tan emblemático, en primer lugar porque íbamos justas de tiempo, en segundo lugar porque a primera hora de la mañana habíamos visitado otra estación importante, Penn Station, que estaba muy cerca del hotel. Agradezco mucho a mi amiga que pusiera todo su interés en hacer esta visita, insistiendo cuando yo había abandonado, y ciertamente el lugar no nos decepcionó.
De allí nos dirigimos al hotel a recoger las maletas y después en dirección al aeropuerto. Nuestro viaje había terminado.
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