En este mes de octubre, por fin, hemos podido realizar un viaje a Bilbao varias veces aplazado con anterioridad, sobre todo por culpa de la pandemia. Tres amigas con un objetivo principal, visitar el Guggenheim, que sólo conocíamos en su exterior. La exposición de Alice Neel ha sido la espoleta que nos ha impulsado y animado a hacer un viaje que hemos disfrutado muchísimo, y no sólo por el apartado artístico.
El primer día, por supuesto, nos dirigimos al Guggenheim. En la puerta nos recibió una concentración de trabajadoras de la limpieza del museo que estaban en huelga. Nos explicaron que cobran una media de 600 euros mensuales y que sus compañeros varones perciben 7.000 euros más al año por realizar el mismo trabajo. "Tras las obras de arte y el titanio, no hay más que precariedad, impulsada por el Ayuntamiento de Bilbao", denuncian en una hoja informativa que estaban repartiendo.
Pasamos al interior bastante entristecidas y con mucha rabia, sentimiento que no nos abandonó en toda el recorrido de la exposición, pues las obras que allí vimos transmitían sensaciones que intensificaban esas emociones.