Las primeras alcaldesas de municipios españoles fueron nombradas durante la dictadura de Primo de Rivera. El general había llegado al poder el 12 de septiembre de 1923 mediante un golpe de estado, manteniendo la monarquía pero suspendiendo la constitución vigente. Entre las medidas iniciales que tomó estuvieron la sustitución de las autoridades provinciales por militares, y la disolución de los 9254 ayuntamientos que existían entonces en España. Todo ello con el pretexto de renovar el país.
Una vez disueltos los ayuntamientos y destituidos todos los alcaldes, fueron sustituidos provisionalmente por juntas de vocales asociados, siguiendo la normativa de la Ley Municipal de 1887. Los miembros de estas juntas eran elegidos por sorteo entre los vecinos contribuyentes repartidos por categorías (mayores, medianos, pequeños contribuyentes agrícolas, industriales, etc) y generalmente estaban muy vinculados al sistema caciquil que se pretendía erradicar.
A principios del año 1924 el régimen dictatorial consideró necesaria la elaboración de una nueva normativa municipal. El proyecto se llevó a cabo bajo la dirección de Calvo Sotelo, y quedó ultimado en tan sólo mes y medio. Después de ser debatido en tres sesiones del Directorio militar, fue sancionado por Alfonso XIII y publicado en el BOE el 8 de marzo de 1924. El Estatuto Municipal de 1924 supuestamente pretendía regenerar la vida municipal y desterrar el caciquismo, pero en la práctica el efecto fue el contrario, puesto que la sometió a un control asfixiante.
Introducción del texto del Estatuto Municipal de 1924
Hacia finales del siglo XIX en España no existía un movimiento sufragista similar al británico, pero desde principios del sigo XX las españolas comenzaron a tomar conciencia de las discriminaciones que sufrían por razones de sexo y comenzaron a organizarse para luchar por sus derechos. Es así como llegamos a principios de los años 20 y encontramos que ya existían en el estado español diversas asociaciones de mujeres de diferente ideología, que hacían presión para cambiar las leyes que discriminaban a las mujeres.
El nuevo estatuto municipal, como consecuencia de esa presión anteriormente mencionada, ampliaba considerablemente la situación jurídica de las mujeres. Otorgaba el voto a las mujeres emancipadas mayores de 23 años, aunque expresamente quedaban excluidas las casadas y las prostitutas "Por ello, hacemos electores y elegibles, no sólo a los varones, sino también a la mujer cabeza de familia". Calvo Sotelo calculaba que entre un millón y un millón doscientas mil mujeres tendrían derecho a votar.
En cuanto al procedimiento, los nuevos consistorios estarían formados por dos tercios de concejales elegidos democráticamente por sufragio universal, y el otro tercio, lo elegía la corporación. Los alcaldes también serían elegidos por los concejales. A pesar de todos estos logros a nivel legislativo, la realidad fue mucho más prosaica, la mayoría de los cargos públicos municipales fueron designados directamente por el gobierno. Y en este contexto surgieron las primeras alcaldesas, no fueron elegidas democráticamente sino por designación nominal, eran mujeres afectas al régimen de Primo de Rivera, de ideología conservadora y defensoras del catolicismo.
Matilde Pérez Mollá
La primera mujer que ejerció el cargo de alcaldesa en España, al menos de las que se tienen noticias, fue Matilde Pérez Mollá (1858-1936), viuda de Blanes. Lo hizo en el pequeño municipio de Quatretondeta en la provincia de Alicante, que en aquel momento tenía 439 habitantes. Era una rica propietaria agraria, casada con un notario de Alcoy. Tras el fallecimiento de su marido regresó a su pueblo y se dedicó a regentar sus numerosas propiedades. Alrededor de los 60 años fue designada alcaldesa de la localidad por el gobernador de Alicante, tomando posesión del cargo el 27 de octubre de 1924, de manos del delegado gubernativo de Cocentaina.
Persona culta y con talante autoritario, era una mujer moderna para su época, viajaba mucho, escribió algunos artículos en el diario Las Provincias y organizó con frecuencia reuniones en su domicilio por las que pasaron figuras destacadas de la política nacional. Rafael Pérez y Pérez escribió en 1933 una novela en la que parece describir la biografía de la alcaldesa. La tituló "La señora", el mismo nombre por el que era conocida y por el que aún se la recuerda en su pueblo.
Durante su mandato de seis años llevó la luz eléctrica a las casas y calles del municipio, construyó la carretera que lo enlazaba con Gorga, que hasta entonces era un camino de carros, creó un centro de educación para adultos, y favoreció el nombramiento de un médico.
Dolors Codina i Arnau
Dolors Codina i Arnau (1878-1944) fue una propietaria catalana nombrada alcaldesa de Taladell (Lleida), el 17 de octubre de 1924. Fue la primera alcaldesa de Catalunya. Era la hija mayor, y heredera, de una de las familias más ricas e influyentes de la provincia de Lleida.
Su mandato fue tranquilo y austero, fiel a su personalidad. No destacó por ninguna gran acción política, pero tampoco por alguna irregularidad. Administró de forma correcta los presupuestos municipales y consiguió dinamizar la vida cultural de su pueblo organizando numerosas actividades culturales, sobre todo relacionadas con la música, ella misma tocaba el piano.
Abandonó el cargo con la caída de la dictadura de Primo de Rivera. Durante la República continuó viviendo en la casa pairal, administrando el patrimonio familiar, pero al estallar la guerra civil la abandonó y estuvo escondida en Barcelona hasta que finalizó la guerra. Después regresó a su casa de Talafell, donde vivió hasta su muerte en 1944, a la edad de 66 años.
Concepción Pérez Iglesias
Concepción Pérez Iglesias (1881-1939), designada alcaldesa de Portas (Pontevedra), pueblo de 3217 habitantes, el 9 de enero de 1925. Fue la primera alcaldesa de Galicia. Según consta en el acta de la sesión de ese día, fue nombrada regidora por el gobernador civil, pero al renunciar en ese mismo pleno el alcalde vigente, fue elegida por el resto de concejales para sucederle en el cargo, con el resultado de seis votos a favor y uno en blanco.
Perteneciente a una familia de seis hermanos, estudió Magisterio en la Escuela Normal de Santiago. Con veinte años se trasladó a Portas para ejercer de maestra en la escuela de niñas. Se casó en 1908 con un hombre bastante mayor que ella, un indiano que había hecho fortuna en América. Quedó viuda en 1918. Mujer culta, religiosa, afable y con dotes de mando, todo el pueblo la tenía en muy alta estima por su labor docente.
A lo largo de su mandato se centró en mejorar la comunicación con los lugares vecinos y en la construcción de cuatro edificios escolares. Se interesó también por cuestiones sanitarias, ya en el pleno de su elección se aprobó la designación de un médico titular, y posteriormente se convocaron las plazas para practicante y para matrona.
Se mantuvo al frente del municipio hasta enero de 1930, momento en que, con la caída de Primo de Rivera, todos los ayuntamientos fueron reestructurados. Tras su cese, siguió ejerciendo como maestra hasta el día de su muerte, a la edad de 58 años.
Petra Montoro Romero con el bastón de mando junto a las autoridades religiosas y militares
Petra Montoro Romero fue nombrada alcaldesa de Sorihuela de Guadalimar (Jaén) el 23 de agosto de 1925. Ese día se celebró una doble sesión en el ayuntamiento con asistencia de un militar autorizado por el delegado provincial. En la primera se admitió la dimisión del alcalde por cuestiones de salud, en la segunda fue elegida alcaldesa por unanimidad la concejala Petra Montoro. Tenía en esos momentos 53 años, era madre de 4 hijos, de clase pudiente y ama de casa. Fue la primera alcaldesa de Andalucía.
Se conoce poco de su actividad en el cargo, puesto que no se han podido consultar las actas. Tampoco se sabe la fecha de su cese. Pero sí se sabe que pocos días después de su nombramiento por iniciativa de la nueva alcaldesa se reunió de nuevo la corporación y se procedió a la designación de varias comisiones compuestas por tres personas, y que Petra Montoro formó parte de cada una de ellas.
Murió el 29 de noviembre de 1936, fusilada junto a sus dos hermanas por milicianos republicanos.
Otras alcaldesas de la época, de las que se tienen menos noticias: Benita Mendiola: en Bolaños de Campo (Valladolid), de 1926-1930; Candela Herrero del Coral: Castromocho (Palencia), 1930; Amparo Mata: Sotobañedo (Palencia), 1930
Fuentes:
Mujeres en los gobiernos locales, Gloria Nielfa Cristóbal (Coord.), Biblioteca Nueva, Colección Historia
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