1 de junio de 2022

Exposición Vivian Maier Inédita en Turín


Hace una semana estuve unos días en Turín, ciudad a la que viajé como aficionada al fútbol femenino para dar soporte a las jugadoras del Barça en el partido de la final de la Champions. En el primer paseo por la ciudad vi el cartel que anunciaba la exposición de Vivian Maier, y rápidamente le comenté a mi acompañante que no nos la podíamos perder, que era una suerte tener la oportunidad de visitar esta exposición que cuenta con fotografías inéditas y con objetos personales nunca expuestos, y que seguramente podrá verse en contadas ciudades de Europa.

Vivian Maier, considerada en la actualidad una de las fotógrafas más importantes del Siglo XX, permaneció en el anonimato toda su vida, nunca enseñó sus fotografías y se mantenía de su trabajo como niñera. Las dificultades económicas le impidieron revelar las innumerables fotografías que hacía, por lo que los carretes se le acumulaban y tuvo que guardarlos en un almacén guardamuebles, junto a su cámara y algunas pertenencias.  Más tarde, la precariedad de su vida fue aumentando hasta el punto que no pudo pagar el alquiler del armario del almacén, y su contenido fue a parar a una casa de subastas.

En el año 2007 un aficionado a la fotografía llamado John Maloof compró una caja de negativos en una casa de subastas por 380 euros. Al analizarlos, se dio cuenta de que eran imágenes de gran calidad, y decidió averiguar quien era la persona que había detrás de esas fotografías, a la vez que empezó un minucioso trabajo de investigación, recuperación y protección del archivo de Vivian Maier. 


Vivian Maier nació en Nueva York el 1 de febrero de 1926. Su padre, Charles Maier era estadounidense, nacido en una familia de emigrantes austríacos. Su madre, María Jassaud, nació en Francia, donde vivió hasta su partida a América. En Nueva York María conoció a Charles Maier, con quien se casó, obteniendo así la nacionalidad estadounidense. El matrimonio se separó en 1929, para entonces tenían dos hijos, el niño, William Charles fue encomendado a sus abuelos paternos y Vivian  quedó al cuidado de su madre. Durante un tiempo encontraron refugio con una amiga francesa que vivía en el Bronx, la fotógrafa pionera Jeanne J.Bertrand, quien probablemente le inculcó su amor por la fotografía y la animó a desarrollar su talento. 

Hacía 1932 las dos mujeres y la niña regresaron a Francia, donde permaneció hasta los 12 años. Después, su madre y ella retornaron a Nueva York y allí se establecieron nuevamente. Volvió a Francia otra vez después de la segunda guerra mundial para subastar una propiedad que había heredado de una tía. Con el producto de la venta de la casa, Vivian  adquirió su célebre cámara Rolleiflex profesional. Después viajó a Nueva York para trabajar de niñera, profesión que ejerció durante 40 años.


Cuando tenía 30 años se trasladó a Chicago donde fue contratada por el matrimonio Gensburg para cuidar a sus tres hijos. En esta época dio rienda suelta a su pasión por la fotografía, se dedicó a retratar la vida que veía en las calles, personajes reales, niños, trabajadores, mendigos, vagabundos, prostitutas... escenas cotidianas que pasadas por su objetivo se impregnaban de magnetismo. Los Gensburg le ofrecieron un baño privado que también le servía como cuarto oscuro, donde podía revelar sus fotografías. 

En 1959 emprendió un viaje de 6 meses alrededor del mundo visitando Venezuela, Filipinas, Tailandia, India, Yemen, Egipto, Italia y Francia. Nunca le dijo a los Gensburg donde había estado, aunque estaba muy unida a la familia, con la que convivió durante 17 años. Cuando los niños se hicieron mayores y no necesitaban de sus servicios, continuó su trabajo con otras familias con niños pequeños. A partir de ese momento dejó de revelar sus fotos y decidió pasarse a la fotografía en color.

No se conocen exactamente con cuantas familias trabajó. A medida que avanzaba en edad se encontró pasando por graves dificultades financieras. A finales de la década de 1990 los hermanos Gensburg, con quien había mantenido vínculos durante todo ese tiempo, visitándolos a menudo, le proporcionaron un pequeño apartamento para vivir. 

A finales de 2008 Vivian tuvo un accidente, resbaló sobre el hielo y se golpeó la cabeza, lo que la obligó a ser hospitalizada. Los Gensburg la trasladaron a un hogar de ancianos, donde murió meses después, el 21 de abril de 2009, sin saber que dos años antes el almacén guardamuebles donde guardaba sus pertenencias  las había subastado por impago del alquiler. Nos dejó un archivo extraordinario de alrededor de 150.000 imágenes entre negativos, diapositivas y carretes sin revelar. Y el encanto de sus fotografías, que se ven realzadas por el misterio que rodea su vida y su obra.


La exposición ha llegado al Museo Real de Turín tras una primera parada en el Museo Luxemburgo de París. Nos revela retazos desconocidos o poco conocidos de la vida real y artística de Vivian Maier,  profundizando en algunas facetas y proponiendo varias obras inéditas, como la serie dedicada a su viaje a Italia en 1959. Está comisariada por la reconocida experta en arte Anne Morin, que tiene gran experiencia en este tipo de muestras. Presenta más de 250 fotografías, incluyendo una serie en color. También hay algunos vídeos en formato Super 8 y objetos que le pertenecieron, como sus cámaras Rolleiflex y Leica.

Una de las series que más llamó mi atención fueron sus autorretratos, la mayor parte de ellos bastante conocidos. Pero emociona verlos en ese lugar y con ese formato, donde brilla su calidad. La expresión seria y retraída de Vivian, su vestimenta discreta, nos habla de una persona tímida e introvertida. Anne Morin la define como "en permanente búsqueda de sí misma". Las fotografías son reflejos en cristales o espejos de los lugares cotidianos de sus paseos, lugares por los que ella pasa muy discretamente, y a veces de forma casi invisible.



Sus retratos son extraordinarios. Nos cuentan en los textos explicativos colgados en la pared que cuando Vivian caminaba por la ciudad en sus paseos fotográficos, a veces se detenía repentinamente cuando un rostro le llamaba la atención. Lo que vemos en los cuadros que tenemos enfrente son personas muy parecidas a ella misma, que visten con la estética de su tiempo, con chaquetas y corbatas probablemente muy usadas, pero mostrando dignidad. Son gente que no posa, que no sonríe, simplemente son ellas mismas. Sus caras reflejan tristeza, miseria y destinos oscuros. Son fotos tomadas de frente, que los fotografiados aceptan de forma impasible, excepto algunas mujeres de clase alta, que reaccionan ofendidas a la aparición repentina de la fotógrafa.



La sección dedicada a los gestos es una de las que más me interesó. Manos que cuentan, sin saberlo, la vida de las personas a quienes pertenecen, zapatos de tacón, unos pies cansados, un peinado particular. La mirada atenta de la fotógrafa se posa intuitivamente sobre un sujeto, lo sigue y lo capta.





Las escenas callejeras reflejan a hombres, mujeres y niños anónimos en actividades cotidianas




No podía faltar un apartado dedicado al tema de la infancia, que acompañó a Vivian Maier durante toda su vida. Debido a su cercanía a la infancia, por su profesión, pudo ver su mundo con una habilidad única. Maier ha formado parte de la vida de los niños a su cargo, documentando los rostros, las emociones, las expresiones, así como los juegos que forman parte de la vida de un niño.




Me detuve poco en la sección de fotografías en color, muy distintas a las de blanco y negro. Si bien la temática es muy parecida, las emociones que transmiten son muy diferentes, quizás porque la luminosidad y el colorido no reflejan con la misma intensidad la reflexión y la tristeza. Tampoco me interesaron las fotografías de Italia y de Turín. Para mi sus fotografías de viajes, que hizo muchísimas, no tienen la misma fuerza y el mismo sentimiento que las que hizo en su medio urbano, que tan bien conocía.

Para terminar, también se pueden ver en la exposición unos 10 vídeos grabados con una cámara Super 8. A partir de los años sesenta se interesó por la cinematografía y comenzó a experimentar con el movimiento, creando secuencias cinéticas. Grabó algunos cortos, documentando todo lo que pasaba ante sus ojos, sin artificios ni montajes.

En el documental Finding Vivian Maier, dirigido por John Maloof y Charlie Siskel se cuenta la historia del descubrimiento de la obra de la fotógrafa y de como se fueron desvelando detalles de su vida y su personalidad. En youtube se puede ver un extracto traducido al español.

No hay comentarios:

Publicar un comentario