Los siguientes días las manifestaciones y mítines se producen diariamente, y la protesta ya no se limita al precio del carbón, se amplía a todos los productos de primera necesidad. Las mujeres recorrían los barrios pidiendo la venta de estos productos a precios de tasa, y haciendo cerrar las fábricas para que las obreras se unieran a la protesta. Decidieron que la revuelta tenía que ser exclusivamente femenina, no permitieron la participación de ningún hombre en ningún acto y rechazaron la presencia de los sindicatos obreros, justificándolo en que querían evitar que se colaran policías de paisano.
También fue característico de esta protesta la intención decidida de involucrar a todas las mujeres de todas las clases sociales y actividades. Las primeras a las que se dirigieron fueron las bailarinas, cantantes, camareras y "damas de compañía" de las numerosas salas del Paralelo. Se pasaron por los bares, teatros y music-halls invitando a sus trabajadoras a unirse a la protesta al grito de "¡Abajo los acaparadores! ¡Queremos las subsistencias baratas!" Detuvieron los tranvías que transitaban por las Ramblas, invitando a las mujeres, algunas de ellas de la burguesía, a que bajaran y se unieran a la protesta. Se unieron las dependientas de los comercios y las obreras de las fábricas textiles. La manifestación era diversa y variopinta, se mezclaban mujeres de la burguesía con sus vestidos almidonados con las amas de casa con sus delantales, con las trabajadoras de fábricas con sus batas azules y con las trabajadoras de las salas del Paralelo ligeras de ropa.