9 de octubre de 2022

Huelga de mujeres de 1918. Amalia Alegre y María Marín (2)

 

Fotografía de Mundo Gráfico

El 11 de enero de 1918  amanece frío y gélido, y con muchas carbonerías de Barcelona cerradas. La mayoría de los carboneros son reacios a aplicar los acuerdos alcanzados el día anterior y el precio del carbón sigue subiendo, al igual que el de los alimentos básicos. Las mujeres tuvieron que volver a salir a la calle. 

Los siguientes días las manifestaciones y mítines se producen diariamente, y la protesta ya no se limita al precio del carbón, se amplía a todos los productos de primera necesidad. Las mujeres recorrían los barrios pidiendo la venta de estos productos a precios de tasa, y haciendo cerrar las fábricas para que las obreras se unieran a la protesta. Decidieron que la revuelta tenía que ser exclusivamente femenina, no permitieron la participación de ningún hombre en ningún acto y rechazaron la presencia de los sindicatos obreros, justificándolo en que querían evitar que se colaran policías de paisano. 

También fue característico de esta protesta la intención decidida de involucrar a todas las mujeres de todas las clases sociales y actividades. Las primeras a las que se dirigieron fueron las bailarinas, cantantes, camareras y "damas de compañía" de las numerosas salas del Paralelo. Se pasaron por los bares, teatros y music-halls invitando a sus trabajadoras a unirse a la protesta al grito de "¡Abajo los acaparadores! ¡Queremos las subsistencias baratas!" Detuvieron los tranvías que transitaban por las Ramblas, invitando a las mujeres, algunas de ellas de la burguesía, a que bajaran y se unieran a la protesta. Se unieron las dependientas de los comercios y las obreras de las fábricas textiles. La manifestación era diversa y variopinta, se mezclaban mujeres de la burguesía con sus vestidos almidonados con las amas de casa con sus delantales, con las trabajadoras de fábricas con sus batas azules y con las trabajadoras de las salas del Paralelo ligeras de ropa. 


Diario de Barcelona 12 enero 1918

También se actuó contra los tenderos. Muchos de ellos se negaron a vender sus productos aludiendo que no tenían existencias. En muchos casos se registraron los establecimientos y, al comprobar la falsedad de sus alegaciones, se les obligó a vender a precios de tasa.

El Noticiero Universal 12 enero 1918

Paralelamente, se formaron comisiones que iban a los barrios a buscar a las obreras que allí trabajaban, sobre todo a las numerosas fábricas textiles en las que la mano de obra femenina era mayoritaria. Las demandas eran bastante moderadas, que se respete la tasa y no se estafe en el peso, que el carbón sea seco y no tenga piedras y tierra mezclados. Se organizan mitings por todas partes, muchos de ellos improvisados. En un primer momento la Guardia Civil y la Policía, desconcertadas, se limitaban a patrullar las calles, no se atreven a hacer cargas duras. Pero pronto dejaron de ver a esas mujeres como inofensivas y las detenciones se contaron por decenas. 

La tarde del lunes 14 de enero unas 4.000 mujeres montaron manifestaciones paralelas en diversos puntos de la ciudad. Más de 14.000 trabajadoras se declararon en huelga. Alrededor de 5000 mujeres se dirigieron al edificio del Gobierno Civil para hablar con el gobernador. Una multitud impetuosa consigue romper el cordón de guardias de seguridad instalado en la puerta y entra en el edificio, subiendo las escaleras. Se masca la tragedia. Así describe el Diluvio los sucesos de aquella tarde:

"La desgracia.

Inmediatamente, el jefe superior de policía dio orden de un toque de atención que se dio desde arriba. Al mismo tiempo, dispuso que los guardias de seguridad, sin dañar a nadie, desenvainaran los sables y los agitaran en alto. Con estas medidas se proponía la policía atemorizar a las manifestantes y obligarlas a que despejaran la escalera.

Al cumplirse estas órdenes se produjo un momento de pánico. Las mujeres que estaban en lo alto de la escalera, intentaron retroceder. Pero, simultáneamente, las de abajo empujaron con más ímpetu hacia arriba, sin permitir así la salida de nadie. Como es de suponer, con las apreturas en los rellanos se apretujaron más las manifestantes y entonces cedió la barandilla de hierro de la escalera. El momento fue de un pánico colosal

Tras la barandilla cayeron enormes trozos de piedra, y tras de aquellos infinidad de mujeres. Un grito desgarrador partió de todas ellas. La que caían -desde la altura de un primer piso- iban a dar contra las que se hallaban abajo. Se creyó en un primer momento que el número de muertos y heridos sería grande."

Por suerte, no hubo ninguna muerte, aunque  25 mujeres resultaron gravemente heridas. El alboroto fue enorme. Fuera del edificio esperaban miles de mujeres pidiendo a gritos médicos y ambulancias. Mientras, otros grupos de mujeres recorren las calles de Barcelona deteniendo carros de carbón y vaciándolos, y entran en las carnicerías para llevarse alimentos. La tensión es máxima. Todo está preparado para que se produzca el paro general.

El movimiento, unido y cohesionado hasta entonces, comenzó a dividirse. Se empezó a cuestionar el liderazgo de Amalia Alegre y María Marín, militantes ambas del partido radical, que habían organizado y encabezado la revuelta en un primer momento. Cogieron el relevo líderes anarquistas como Lola Ferré, Libertad Ródenas y Rosario Dolcet, que radicalizaron el conflicto y le dieron un giro más politizado.

Antes de pasar a la siguiente fase de la revuelta, vamos a conocer el pensamiento de estas primeras líderes, Amalia Alegre y María Marín, que ellas mismas en dos entrevistas que le hicieron en el periódico "La Publicidad" que transcribo a continuación:

La Publicidad, 13 de enero 1918

Hablando con Amalia Alegre

La figura principal de las manifestaciones de estos días es, sin duda alguna, Amalia Alegre. Ella fue la iniciadora de este movimiento de franca protesta al que se han sumado infinidad de mujeres. Ella, con gran voluntad y energía, ha conseguido levantar el espíritu decaído de una multitud femenina. Sin su iniciativa y su actuación, quizá todas las mujeres que ahora recorren las calles exteriorizando su protesta contra los causantes del malestar de la clase obrera, permanecerían en sus casas. Amalia Alegre ha inoculado su energía, la energía de su desesperación a las que, como ella, saben de las tristezas del vivir.

Es una mujer del pueblo que lleva en su cara las señales tristes de una vida de privaciones. Tal vez las necesidades del presente le han hecho revivir días de penuria pasados, y ha sentido que su alma se rebelaba contra las injusticias de la humanidad. Quizás haya en ella, no el egoísmo de poner fin a su propia miseria, sino el deseo de remediar los males de la clase obrera, aportando su grano de arena a la obra social. En todo caso, Amalia Alegre es una mujer sincera, una mujer de corazón.

Con ella hemos podido conversar unos instantes y sus palabras, toscas y rudas, han resonado en nuestro espíritu. La mujer del pueblo suplica y sus lamentaciones han llegado a los Poderes públicos. Es necesario evitar por todos los medios que la mujer del pueblo se vea en el trance de tener que exigir...

Amalia Alegre, con algunas de sus compañeras, ha acudido a nuestra redacción cediendo a instancias nuestras. Una esperanza las alienta: el gobernador civil les ha ofrecido una entrevista con los señores que forman la Junta de Subsistencias, para ver si es posible hallar rápidamente una solución definitiva. Esto pone ciertas reservas en sus comentarios.

- Y diga usted, Amalia, ¿Cómo se le ocurrió iniciar un movimiento de esta índole?

Sin vacilaciones, mediando apenas las palabras, responde:

- La miseria...Verá usted, el jueves, en ocasión de que me hallaba en una tienda de comestibles, entraron unas mujeres a comprar y la conversación giró alrededor de la situación actual. Ellas expusieron su estado de verdadera miseria; yo sentí, al oírlas y ver que les ocurría lo mismo que a mí, un deseo inmenso de hacer algo grande, algo provechoso. Soy madre de familia y no puedo mantener a mis hijos. "Por qué no vamos todas las mujeres a exponer nuestra necesidad a las autoridades?", propuse. Y, decidida, escribí de cualquier manera un cartel invitando a todas las madres de familia a acudir en manifestación al Ayuntamiento y al Gobierno Civil. Nos reunimos cuatrocientas mujeres y, respetuosas con todo el mundo, elevamos nuestras súplicas al alcalde y al gobernador. Los dos prometieron hacer todo lo posible por remediar nuestra situación, la situación del pueblo. Lo mismo nos ofrecieron unos señores concejales, y disolvimos la manifestación satisfechas de haber cumplido un deber. Ahí tiene usted como fue el comienzo: una exposición serena y pacífica de nuestro malestar.

Amalia Alegre y sus compañeras de comisión conversando con el redactor de La Publicidad

- Pero el viernes por la tarde  y por la noche se registraron incidentes de importancia: varios heridos, una tienda de comestibles asaltada, disparos...

Amalia Alegre saltó indignada:

- Protesto con toda el alma de estos sucesos, y rechazo, en nombre mío y en el de mis compañeras, toda intervención en ellos. Nosotras estuvimos el viernes por la tarde en la barriada de Poblet, invitando a las obreras de varias fábricas allí situadas, a abandonar el trabajo en señal de protesta contra el encarecimiento de las subsistencias. Nuestra actitud fue pacífica y no dio lugar a la intervención de la policía que venía siguiendo nuestros pasos. Ya ve usted como no podíamos estar ni en el Edén Concert, ni en el Siglo, rompiendo cristales. Por la noche, no salimos de nuestras casas; tenemos hijos de que cuidar.

- Pero la gente, ignorando todo esto, puede creer en la intervención, o por lo menos en la complicidad de ustedes.

- Nosotras estamos, por este lado, muy tranquilas. Desde el primer momento hicimos el propósito de guardar una actitud serena, sin perjudicar a nadie, porque los perjudicados serían, como es natural, nuestros primeros enemigos. Ni queremos robar, ni asaltar tiendas, ni romper cristales; únicamente deseamos que sean atendidas nuestras justas quejas. Si fracasamos, nos retiraremos a nuestras casas dejando a las compañeras en completa libertad de acción, que recabaremos así mismo para nosotras. Que cada cual se tome entonces la justicia por su mano. Pero ahora debemos esperar hasta el lunes.

- ¿La reunión de la Junta de Subsistencias...?

- Sí, señor. El gobernador nos dijo que la Junta escucharía nuestras quejas, y nosotras ofrecimos esperar hasta entonces. Por eso, me he separado esta tarde de las manifestantes después de intentar, inútilmente, convencerlas de que no debían volver al Gobierno Civil.

- De modo que no hay una perfecta unanimidad.

- En apreciar las causas del conflicto, sí; en la manera de conjurarlo, no. Ellas pretenden alterar el orden; nosotras, como le he dicho antes, nos proponemos no dar lugar a que la policía intervenga. No es con disturbios y algaradas como nos será concedido lo que pedimos. Al separarme de las que, a todo trance, querían hablar nuevamente con el gobernador para intimarle a una solución inmediat, deshaciendo lo que habíamos hecho antes, he sentido cierta tristeza.

Juana Casares, una de las "incondicionales" de Amalia, interrumpe:

- ¿Sabe usted que le ha valido a ésta ser fiel a la palabra empeñada con el gobernador de esperar hasta el lunes, y el oponerse , a todo trance, a que se altere el orden? Pues que las mismas mujeres que a no ser por ella no se hubiesen movido de sus casas, vayan diciendo por ahí que Amalia ha cobrado del Gobierno Civil.

Sonrió Amalia con un dejo de amargura, y dijo:

- ¡Que yo he cobrado! Y todavía no sé si mañana habrá dinero en casa para comer.

Luego, enérgica, añadió:

-Pero no me importa nada. Yo pretendo que las autoridades consigan la rebaja de las subsistencias, y el gobernador nos ha dicho que fuéramos el lunes por la noche al Gobierno Civil. Sola o acompañada, iré. Estas cosas hay que hacerlas bien o no hacerlas.

- ¿Y el paro general anunciado para el lunes?

- No sé nada. Por mi parte, repito que el lunes no iremos ni mis compañeras ni yo a otro sitio que a la reunión de la Junta de Subsistencias.

Y aquí terminó la conversación. No dijo Amalia Alegre cosas trascendentales, ni era menester. Sus mismas palabras, sencillas y sinceras, bastan para dar a conocer al lector a esa mujer extraordinaria que en tres días ha conseguido una popularidad.

Fernando Barangó-Solís


La Publicidad, 18 de enero 1918

El conflicto de las subsistencias. 
La protesta de las mujeres

María Marín, iniciadora del movimiento dice a los lectores de "La Publicidad" lo que debían ser y en lo que han venido a parar las manifestaciones de esos días.

Estamos en una modesta habitación de la calle del Olmo, residencia de la propagandista radical doña María Marín. En el actual levantamiento femenino en contra del alza de las subsistencias, ocupa la calle del Olmo, tan populosa, tan típica, lugar preferente. Además de Amalia Alegre, cuya popularidad alcanzada entre el elemento femenino levantisco es bien notoria, vive en la calle del Olmo la profesora doña María Marín, que ha tenido en la organización de la actual protesta una parte principalísima.

María Marín, oradora, escritora, poetisa y pensadora premiada en públicos certámenes, nos recibe con una amabilidad que se aviene perfectamente con el desorden simpático de su morada, en la que resaltan, por encima de cualquier otro aliciente, montañas de papel, libros, revistas, periódicos, que llenan las mesas y ocultan las paredes; que dejan al visitante sin silla que ocupar.

María Marín, que ejerce el augusto ministerio de la enseñanza, tiene a su cuidado un grupo de parvulitos que suspenden su parloteo al entrar nosotros en la dependencia, que es a la vez escuela y despacho de la profesora.

- ¿Es cierto que, como se ha dicho, ha tenido usted participación directa en la protesta que las mujeres están llevando a cabo? -preguntamos a la señora Marín, no bien hubimos cambiado con ella el saludo de rigor.

- Ciertísimo -nos contestó. Y añadió: -No sólo he iniciado el movimiento, sino que organicé el mismo, por distritos. Amalia Alegre, mi amiga y convecina, toda acción y voluntad, cuidó, siguiendo mis instrucciones, de lo concerniente al trabajo en las calles. En mi calidad de escritora, de cabeza dirigente, me reservé la parte de propaganda y prensa. No podía intervenir de otro modo en la protesta, dada mi condición de oradora y de periodista.

- ¿Es usted periodista, señora Marín?

- Hace infinidad de años. Redactora-jefe, actualmente, de "El Gladiador", publicación consagrada al despertar de la conciencia femenina. Autora de "El canto al amor", premiado en un certamen literario-científico-social que presidió Marcelino Domingo. De dramas y comedias, estrenados unos, inéditos otros. De una novela titulada "Las mujeres", próxima a ser lanzada a la publicidad. De una serie, en fin de trabajos literarios del más diverso orden. Ya ve usted si el lugar que en el movimiento me asigné yo misma como correspondía en justicia.

María Marín

- No habrá quien dude de ello.

- Tampoco el estado de mi salud me permitiría actuar en la calle, donde, repito, ha estado Amalia Alegre íntimamente compenetrada conmigo en cuanto a la oportunidad y alcance de la protesta. Hace tiempo venimos preconizando la necesidad de que tomen las mujeres parte activa en la cosa pública. De si anduvimos o no acertadas en el consejo, responden los hechos que se desarrollan a la hora actual. La mujer ha abandonado ya la cocina porque nada hay que guisar en ella, lanzándose a la calle. Preguntamos ahora a los hombres: ¿Cómo os lo arreglaréis para reintegrarla a la lumbre?

- Diga el significado de la protesta y lo que con ella se proponen.

- Lo que nos proponíamos, dirá mejor. Porque el movimiento, serio y ordenado al principio, ha ido poco a poco desvirtuándose hasta perder su naturaleza. La cosa nació aquí, en el distrito V, en esta misma calle del Olmo. El plan por mi concebido consistía en que pasearan las mujeres por las calles principales durante un mes, ordenadamente, ofreciendo a las autoridades y a las personas indiferentes un espectáculo jamás visto. Pero sin causar perjuicio a nadie. Sin asaltar las tiendas. La ausencia de sentido común se ha impuesto a la magnitud y esplendor de la idea. Falta de elementos femeninos intelectuales que presten los indispensables calor y ayuda en el terreno de los principios, morirá la protesta a manos de mujeres si poseídas de la mejor voluntad, ayunas de ilustración que las permita desentrañar el valor ideológico del alzamiento. Es difícil vencer el atraso y la ignorancia, que hace que se crean felices seres que son en el fondo víctimas de todas las desgracias. Recuerdo haber dicho en unos versos que hace un tiempo dediqué a una amiga:

Feliz, no es el que es rico, y es idiota,
feliz, no es el que goza del placer,
feliz, no es el que triunfa siendo ilota,
sea hombre, o mujer.
Es feliz, el que en ansias de algo grande,
de la ciencia el confín logró escalar
y a su frente ciñose la corona
del Bien y la Verdad.

- Muy bien dicho. Y muy sentido.

- No hace falta gritar, sino pensar. Los Gobiernos que no se preocupan de la enseñanza de la mujer, atentan contra la prosperidad del país que les otorgara su representación. El progreso de los pueblos y la paz de las naciones dependen de que la mujer esté capacitada para la misión que sobre la tierra la incumbe, que no es la frivolidad, ni la indiferencia por las grandes cuestiones sociales.

- Quizá nos desviamos algo del tema...

- En mi concepto, no, señor. ¿Cómo quiere usted que una mujer analfabeta sepa de economía doméstica, y pueda resolver, por tanto, el problema dificilísimo de la vida? Diga ahora, si estamos, o no, dentro del tema.

- En efecto. Como oradora, domina usted a la perfección el arte de esclavizar el pensamiento. Volviendo al asunto de las subsistencias, y al de la protesta de las mujeres...

- He dicho a usted cuanto podía acerca del particular. Fatigada, casi enferma, querían que asistiese hoy al mitin de "El Globo". Por disconformidad con el carácter dado a la revuelta, por carecer del reposo espiritual que el hablar en público exige, he solicitado una tregua, bastando este hecho, explicable e insignificante, para que dijera alguien que me he vendido al oro de las autoridades... Porque he recomendado a las compañeras que no alboroten, porque he dicho que jamás la causa del pueblo necesitó, para triunfar, de excesos y demasías, se ceban despiadadamente en mi persona, como en la de Amalia Alegre... Nuestra modestia y pobreza nos colocan a mi y a mi compañera a gran distancia del dardo ponzoñoso con que pretenden herirnos. Salvando la situación de tiempo y de lugar, recuerda lo que entre las mujeres barcelonesas pasa, algo de lo que en Rusia ocurre. Yo, María Marín, soy Kerensky. Las que atentan contra la propiedad, injurian y vociferan, se moverán impulsadas por algún Trotsky con faldas... La diferencia entre nuestros procedimientos y los suyos, así como la rectitud con que nos hemos producido, se manifestarán el día que celebremos el mitin que aquí en el distrito V preparamos... Aquel día, se pondrán en claro muchas cosas... Aquel día -y perdone el que de nuevo apele a unos versos míos: 

Por el cauce de las leyes, el torrente de protestas
seguirá reverberando los fulgores de las testas
que corona la ignorancia, con la sangre de explotados,
y la inmensa catarata de miserias procelosas,
entre amargos alaridos, y entre lágrimas copiosas,
barrerán del viejo mundo los horrores hacinados.

José Artis

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