23 de noviembre de 2022

11 poemas que hablan de violencia machista


Nombremos a todas (Paula Heredia)

 

Nombremos a todas 
asesinadas, desaparecidas, 
abandonadas, golpeadas, 
discriminadas, expulsadas.

Nombremos a todas 
trabajadoras, desempleadas, 
enfermas, sanas, 
locas, no hay cuerdas.

Nombremos a todas 
vivas y muertas. 
Di mi nombre, el tuyo.

Nombremos a todas 
y existiremos siempre.


Si me quieres, quiéreme entera (Dulce María Loinaz)

Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra…
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
y morena…
Quiéreme día,
quiéreme noche…
¡Y madrugada en la ventana abierta!

Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda… ¡O no me quieras!



Ciudad Juárez (Francesca Gargallo)


La muerte es un zapato vacío de mujer
en el desierto indiferente
sequía de sueños
una madre que grita.
La violencia es el grito
el deber del grito
la telaraña de mentiras que sofoca el grito.
La violencia es la trampa donde cae
la mujer que pierde el zapato
trabaja doce horas sin afecto
y no puede abortar a pesar de la eclampsia
el abandono
la violación
el hambre mismo.
Un zapato sin mujer es testigo
un trozo de media
el pelo negro desparramado en el desierto que llora
que gime como la muerte.
La madre recoge el zapato
lo arranca de la mano de un policía indiferente
lo lee.

La hermana levanta el rostro
la amiga la mira, se miran, 
sueñan plantando sus pies en la tierra.



Mujer a grito (Irma Cristina Cardona)

Gobierno sobre mi
elijo por mi cuerpo,
por mi, por lo que quiero
Destierro el abuso
el dolor, el dar sin medida
y aunque caiga me levanto
y aunque tiemble me sostengo
y aunque tenga miedo avanzo.

Soy dueña de lo que soy y lo que seré
y no permito
que el amor se convierta en mordaza
que el deseo se vuelva ultraje
que el querer se transforme en trampa.
No necesito un rey a quien secundar
porque en mi cuerpo de mujer ya tengo trono
No necesito que me gobiernen
porque mi mente está sembrada en libertad.

Solo necesito esta boca que respira
que habla, que se alimenta, que besa
Solo necesito esta boca para proclamar
que soy mujer y eso me basta
que tengo fuerza y nadie me aplasta
Solo necesito esta boca
dando paso a mi garganta
que grita independencia.



Solo seis años tengo (Concha Vilches)

Cerró la puerta de un
golpe
y en su busca fui
temblando.
Ni oí su voz, ni su
llanto.
Sucedería alguna
noche
¿Estará conmigo
aún?
Me pregunté dolorido
de vergüenza
consumido
llenándome de reproches

Hallé a mi madre tendida
derramada sobre el suelo.
Regueros de sangre roja
pintaban sus labios yertos.

Sus brazos amoratados
a lo largo de su cuerpo
con las palmas hacia arriba
rogaban piedad al cielo.

Y yo no la defendí.
Si sólo seis años tengo.
Ella sufre mucho más
si no me quito de en medio.

Aún respira, ¡Gracias Dios!
Que casi, casi la pierdo.
Pero ¿qué puedo hacer yo?
si sólo seis años tengo

Y recobrando el sentido
y acariciando mi pelo,
besé las gotas de lluvia
de sus bellos ojos trémulos.

¡Madre, que me duele el alma!

¡Madre que yo sí te quiero!
No dejes que tu verdugo,
que mi padre te haga eso.
Que cosa puedo hacer yo
si solo seis años tengo.




Hombre pequeñito (Alfonsina Storni)

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
Suelta a tu canario que quiere volar...
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
Déjame saltar.
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
Hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
Ni me entenderás.
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
Ábreme la jaula que quiero escapar;
Hombre pequeñito, te amé media hora,
No me pidas más.




No era yo el problema (Jhoana Patiño)

El problema no era el golpe,
ni el insulto,
tampoco el dolor
o la sangre en el piso.
El problema no era la cicatriz en el cuerpo
ni la culpa que sentía,
mucho menos la vergüenza.
El problema no era mi cuerpo
no eran,
ni mis ojos,
ni mi color.
El problema era mi condición
ser mujer, ese era el problema.
No era por como vestía,
ni por lo que decía.
Era porque así tenía que ser,
porque siempre había sido de esa manera,
porque la abuela le dijo a mi madre que el hombre era Dios
y eso me enseñó ella.
El problema era el mundo,
con sus códigos machistas,
desiguales y violentos,
con sus lenguajes sexistas
y sus morales dobles.
El problema no era mío,
era de todos,
de los que sabían y no hacían nada,
de los que se tapaban los oídos y desviaban la mirada,
de los que justificaban al hijo,
de los que celebraban la paliza.
El problema no era yo
y tampoco era nuevo,
era falta de memoria,
injusticia,
abandono.
El problema era una historia contada por hombres
y padecida por mujeres;
eran niñas vestidas de rosa para que fueran más puras
y niños pintados de azul para que fueran más rudos,
el problema no era el golpe en la cara,
era el permiso de todos,
el creer que era natural,
el sentir que era bueno,
el tolerar por miedo.
El problema no era el puño
era la herida en el alma
y el silencio.



Duele (Inma Chacón)

 

Se me ha incrustado
como hielo en la roca
y me rompe desde dentro,
desde el primer beso
hasta la última caricia
convertida en sangre.

Y duele.
Duele cuando me lo arranco.
Cuando tiro de él,
apenas sin fuerzas
con las que levantarme.
Cuando reniego de los pasos que no di,
mientras se filtraba por cada uno de mis huecos
para invadirme en silencio.

No soporto pensar
en los días y en las noches que no corrí,
en los golpes que no esquivé,
en los gritos que se ahogaron
antes del llanto.

Y duele que vuelva a ser agua.
Que las heridas se abran
para expulsar las agujas
con las que me cosía la boca,
esta boca que ahora es sólo mía
y ha aprendido a gritar,
pese a que duele.




¡Estoy harta! (Silvia Cuevas-Morales)

 

Estoy harta de tus besos que no besan
harta de mendigar unas horas para salir sola,
cansada de mirar el techo y permanecer quieta
cuando buscas tu placer a toda costa.

Cansada de tus abrazos de propina
fatigada de dormir siempre alerta
aterrada con los portazos que me despiertan...

Abatida de ocultar mi mirada delatora
ofuscada de censurar las palabras.
que sueñan 
con salir a gritos 
de mi boca.

Avergonzada de esconderme de los míos
para que no vean las huellas que me dejas.
Hastiada de amoldarme a tus caprichos,
ahíta de tus falsas excusas
cuando recurres a la humillación 
a la violencia.

Perturbada al sentirme tan indefensa
asfixiada estoy de tu prepotencia,
que a todas horas me anula
me controla me desespera.

Pero a pesar del miedo
no has logrado arrebatar toda mi fuerza.
Introduzco mi vida en una maleta
y con mano firme, 
abro la puerta.




Libre te quiero (Agustín García Calvo)

Libre te quiero

como arroyo que brinca
de peña en peña,
pero no mía.

Grande te quiero
como monte preñado
de primavera,
pero no mía.

Buena te quiero
como pan que no sabe
su masa buena,
pero no mía.

Alta te quiero
como chopo que al cielo
se despereza,
pero no mía.

Blanca te quiero
como flor de azahares
sobre la tierra,
pero no mía.

Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.

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